a estoy viendo la luz al final del túnel» asegura Ángela Gil después de haber empleado la primera parte de su juventud pegada a los libros. «Este año empiezo el sexto curso de Medicina. Me gustaría dedicarme a algún tipo de cirugía». Eso es lo que tendrá que ir decidiendo con el MIR y la residencia. El caso es continuar una tradición familiar. «Mis padres son médicos. Mi padre, traumatólogo de manos y mi madre, médico de familia». Pero mucho más: «mi tatarabuelo era el médico de San Antonio de Requena».

Menéndez y Pelayo-Avenida de Cataluña fue una comisión que se comió el mundo en las primeras décadas de la elección democrática. Incluso antes de acabar el Siglo XX ya tenía dos falleras mayores en sus filas: Elena Giménez y Sandra Bonet. Desde entonces han caído en una sequía preocupante. Más aún: van ya para once años desde la última presencia. Con ella apurarán sus posibilidades. «Yo llegué a la Bicicleta con amigas. Todas teníamos nuestra casa no demasiado lejos. Casi se puede decir que equidistábamos. Yo, por ejemplo, tenía el Barrio de San José o Rubén Darío más cerca, pero quisimos ir todas al mismo sitio y cuando tenía cinco años es cuando empecé». Y la primera, apoteósica: «ingresé el año que Sandra Bonet fue la fallera mayor de València». Y recuerda aquellos tiempos de caos en la Ofrenda. «No sé ni a qué hora acabamos. Se que fue bastante después de la Nit de Foc». Las crónicas hablan de que la Plaza de la Virgen sufrió un verdadero colapso al acabar aquel acto con el que Ángela hizo su apoteósica entrada en el mundo de las fallas. «No, no me dormí. Era muy activa, aunque no sé lo que tiene el traje para las niñas, incluyéndome a mi, que nos transformaba y hacía que nos portáramos muy bien».

Paradoja de las paradojas, las amigas fueron yéndose de la falla, pero para entonces ya había echado raíces. «Soy la única superviviente del grupo, pero tengo muchos amigos. Ahora me ocupo de los medios, pero sin cargo directivo. he estado en infantiles, juveniles, festejos... hay que apoyar en todo lo que se pueda». Porque la Bicicleta tuvo su época de gran brillantez social. Ahora es más modesta «pero los que estamos, estamos a muerte».

Con 24 años se prepara para el futuro. «Mi primer año de carrera lo hice en Castellón y me fui a vivir allí sola y eso me hizo madurar y aprender mucho». Le faltaba redondear con un trono fallero. «No había nadie y no quería ver el trono vacío. La presidenta es muy amiga mía y, con un poco de presión y de convicción, decidí ir adelante. Hemos pasado un año muy bueno».