e le da el calificativo de redondo, o perfecto, a un año en el que prácticamente todo sale bien. Anna -una valencianización que nunca se ha dado en la corte a este nombre de pila- tiene motivos para pensar que la jugada salió redonda: fallera mayor, fallera mayor del 75 aniversario y fallera mayor del 75 aniversario con primer premio. Una tras otra, y por ese orden, fue acumulando episodios a su reinado. Esta estudiante de Relaciones Laborales y Recursos Humanos piensa ahora en un nuevo examen: unas oposiiones a subinspector de trabajo. «Y lo hago con la ilusión de tratar de ser una persona justa, que esté al pie del trabajo pero sin esa imagen que se tiene actualmente de los subinspectores, que se piensa que son personas que van "a pillar" a las personas». Convicción en lo que una quiere ser. También se ha ganado unos ahorros trabajando en el Decathlon de Campanar «en la sección de montaña», que no le iba mal a una joven a la que le gusta «el senderismo. Durante años he sido scout en el Patronado en Benimaclet». Benimaclet, que es el lugar al que sus padres, setabenses ambos, recalaron y donde ella ya nació. «Mi abuela fue la fallera ayor de Xàtiva en el año 1955. Veo sus fotos y me emociona. De hecho, me he acordado mucho de ella durante el reinado». Empezó en Poetas Anónimos-Real de Gandía a los tres años. Tuvo un paréntesis y regreso con redoblada fuerza en Barón de San Petrillo. «Tenía mucha ilusión porque amo esta fiesta. Cuando no he sido fallera lo he vivido como músico tocando el clarinete. Nunca he estado desvinculada». Y llegó el momento del reinado «que iba a ser en 2018, pero nos íbamos a quedar sin fallera mayor en el año que se celebraba el 75 aniversario». Finalmente dio el paso adelante. Su reinado también se ha caracterizado por otra peculiaridad: «he tenido dos presidentes y dos falleras mayores infantiles». Las hermanas Ayora Gómez y los hermanos Manzanares Martín-Portugués. Toda una tropa. «Ibamos dos o tres coches en las comitivas». Y el día 16, el remate. «Ganamos el primer premio. Recuerdo los nervios de estar viendo la lectura de los premios, que Pere Fuset se paro para beber agua antes de empezar a leer, que se iban desgranando los premios y que, cuando cantaron el segundo, ya sabíamos que íbamos al "o todo o nada". Y fue una alegría enorme. El mejor regalo que podría tener».