Con esfuerzo se consigue todo y creo que ese es un lema que hay que ponerse para todo en la vida». Y Belén pone su propio ejemplo vital: «Empecé estudiando Bioquímica y Ciencias Biomédicas porque la nota media de selectividad, por poco, no me daba para entrar en Medicina. Hice el primer curso sin problemas, pero cuando iba a empezar el segundo año me planteé si realmente estaba haciendo lo que quería. Así que decidí renunciar a todo y volver a preparar, durante un año, la Selectividad. Volví al bachillerato y, entre una academia y estudiando en casa, conseguí obtener una nota que sí que me permitió hacer lo que realmente deseaba». Y así, con 20 años, empezará este año el segundo curso. «Me queda todavía un largo camino. Estoy cogiendo base y todavía no sé qué haré. Ahora mismo sí que diría que lo que no me seduce ser es ni otorrinolaringóloga, oftalmóloga y dedicarme a geriatría. Pero tengo mucho tiempo por delante». Mientras, intentará alcanzar un puesto entre las ilustres para ser la octava fallera de Pie de la Cruz en el grupo de privilegiadas y, si así fuera, la primera vez que es de forma correlativa. «Soy de Pie de la Cruz de toda la vida y se demuestra con la familia: mi padre es ahora el presidente; mi tía ha sido mi presidenta, además de haber sido fallera mayor tres veces, mi prima ha sido fallera mayor infantil, mi hermano vicesecretario, mi abuelo presidente... para mi, falla y familia es todo lo mismo, va unido». En fiestas pernoctan en el barrio, en casa de su abuela, y por las mañanas del resto del año y durante los días de «plantà» se levanta viendo a una de las grandes rivales de sección: la gente del Quarantahuit. Belén despidió la primera década del siglo siendo fallera mayor infantil.