a inmersión en el mundo de las fallas puede deberse a algún particular ángel de la guarda, existan éstos o no. En el caso de Mari Carmen Torres, tiene bien claro que se lo debe a una amiga de la familia, «que es quien me llevaba al casal, cuidaba de mi, me recogía y me devolvía». Así empezó a los siete años y así lleva los últimos veinte. Siempre en la falla de «debajo de casa, la de siempre»; esto es, Músico Espí-Grabador Fabregat. Una comisión que, en los últimos años, ha conseguido la visibilidad que le había sido esquiva en sus más de cuarenta años de historia. Ahora ya ganan muy buenos premios y quieren que Mary sea la primera que inscribe su nombre en la galería de ilustres. Por esa llegada a los siete años no fue fallera mayor infantil «y ser fallera mayor es la ilusión de cualquiera. Y este último año era mi momento». Son muchas las que han recurrido a las mismas coordenadas: «tenía más independencia económica, que antes no tenía, y ha llegado cuando ha llegado. Y no ha podido ser mejor».

Porque, con 27 años, está plenamente integrada en el mercado laboral. «Soy administrativa en Gestión T3 Hoteles». Como su nombre indica, una empresa dedicada a llevar la gestión económica y humana de establecimientos hoteleros. Algunos de bastante nombre en la ciudad pasan por sus manos. «He trabajado en un despacho de abogados en recursos humanos, pero estoy muy contenta con los temas de contabilidad». Un completo currículum que también incluye estudios en Relaciones Laborales y master en Previsión de Riesgos Laborales.

«Estamos en una época de crecimiento general» reconoce, refiriéndose a su comisión. «Ha sido a base de trabajo y de esfuerzo». Al que ella contribuye desde su cargo de delegada de festejos. «Somos muchos y apoyándonos entre todos estamos consiguiendo nuestros objetivos».

Pasó un año de fallera mayor «rapidísimo». Como rápida fue su desginación en la preselección. Ahora viene algo más complicado: responder a la pregunta «¿Qué has conseguido?». No en su barrio, que ahí lo saben todos, sino en Villacarrillo, muy cerquita de Cazorla. Ella ya nació en València pero «allí tenemos campos de olivos y hacemos nuestro propio aceite». Que, como es fácil imaginar, siendo de esos campos y siendo casero, es... «el mejor». Mejor puede ser aún más su año fallero. Se sabrá en la cosecha de septiembre.