finales del año 2000, el barrio de l'Amistat celebra con entusiasmo un éxito sin precedentes: una de sus jóvenes, Adriana Polo, ha sido nombrada fallera mayor de València para 2001. En medio del previsible descontrol en el domicilio, una niña de nueve años que vive casi al lado, contempla todo con ojos de sorpresa y alegría. Es la fallera mayor infantil de la comisión del siguiente año. «Se portó muy bien conmigo. Incluso me mandó una canastilla de las que recibió en la exaltación del Palau». Ella es Marta Lamas. Ahora, diecisiete años después, Marta revive sensaciones como preseleccionada adulta. Todo ha cambiado a su alrededor: ha crecido, se ha hecho mujer, pero lo que no cambia es «las ganas que tenía. Quería ser fallera mayor cuando tuviera estabilidad en todo. Pude serlo en 2016, pero ha llegado cuando ha llegado y el final no puede ser mejor, participando en la final». Fallera de República Argentina-Dr. Pallarés Iranzo «porque vivo encima de la falla. Es la de mi barrio, donde he nacido y donde me he criado. No podía ser en otro sitio». Para ello se juntaron su madre, que procedía de Cheste, y su padre, que nació en Alemania, hijo de aquellas emigraciones forzosas en busca de las oportunidades que persiguió su abuelo.

Es subdelegada de festejos. No está en infantiles, seguramente por cambiar el registro. Porque, en la vida civil es maestra de Educación Infantil «en el colegio San José de Calasanz». No se queja para nada «porque desde que acabé la carrera siempre he trabajado y, tal como está el mercado, es muy importante. Estuve dos años en una guardería y el pasado año entré para cubrir una baja de maternidad. Pero en el presente curso ya empiezo como tutora». Dedicada, pues, a los más pequeños. «Desde pequeña, siempre con niños. Dudaba entre esto o pediatría. Mi trabajo es gratificante. Tiene sus cosas, tienes las travesuras y las trastadas, porque los niños son muy espabilados y yo creo que cada vez más. Pero las miradas y los abracitos te compensan cualquier cosa».

¿Una anécdota del reinado?. Mejor un susto. «Nos dieron un buen premio, pero una noche nos quemaron el estandarte. No sabemos quien fue porque el casal nuevo no tiene visión directa sobre la falla. Bastante suerte tuvimos porque no se nos quemó la falla de milagro».