Lacitos y diademas, zapatos de tacón y bolsos, modelos a medida o «prêt-à-porter» (las tiendas de ropa de particular son las últimas en haber visto una veta de negocio importante), con grandes aciertos y grandes errores, joyería y bisutería y, sobre todo, expectación, nervios e ilusión. En la cara y en la mente de las falleras y en la de padres y acompañantes. Son las 146 falleras, 73 infantiles y otras tantas adultas, que, desde ya, aspiran a un puesto en la historia. Para algunas, el remate a ese cargo honorífico, fallera mayor del barrio, cuyo vigor no decrece. Para otras, el verdadero objetivo, habiendo sido el reinado doméstico apenas un paso previo y menor.

No existe para ellas ninguna de las tensiones que sufre la fiesta en sus altas instancias y que marchan por un cauce diferente a éste. Además, porque este año no hay debate sobre reglas de comportamiento y vestuario. Ninguna fallera va a tener que firmar documento previo alguno y no habrá más ley que la que marque el jurado. Una vez seleccionadas, no habrá más indicaciones que las que se marquen oralmente. El célebre documento de normas que tanta polvareda levantó el año pasado fue incinerado, costó un par de cabezas en la directiva y ahora es como un mal sueño. Tan sólo se aplicará el sentido común y firmarse, no se firmará nada. En un tiempo en el que cualquier viaje, curso o aventura organizada requiere por lo menos un «entiendo los riesgos».

«El monstruo de las galletas»

Lo que no quiere decir que no haya papeles. Porque, por ejemplo, los infantiles han adoptado un tono paternalista y ya ayer dieron a las niñas una vasito con golosinas y un folio en el que sí que les daban sus particulares, textualmente, «recomendaciones». Pero más espirituales que materiales: «disfruta de cada momento. Esto es una oportunidad que muy pocas privilegiadas pueden vivir. Se tú misma. Eres increíble, recuérdalo» y, sobre todo, «no somos el monstruo de las galletas. No nos comemos a nadie. Estamos a tu lado para lo que haga falta», anunciándoles que hojas como esa se entregarán cada día con las actividades del siguiente «pero recuerda que las sorpresas pueden llegar en cualquier momento». Ellas empiezan hoy mismo con una reunión en la que tienen que llevar un lazo blanco, una camiseta, vaqueros, zapatillas blancas y una cmaiseta blanca en la mano, ingredientes todos ellos propios de una «performance» escolar, necesaria para ir desentrañando las sensaciones que, si se actúa en buena lid, deben permitir deseneredar el problema que tienen los calificadores. Porque, eso no se les ha recordado de momento, de cada seis niñas y adultas, tan sólo una pasará la criba del pabellón de la Fonteta, que tendrá lugar el día 22.

Una vez se produzca esa selección, el último paso, elegir las falleras mayores, se demorará veinte días. Aunque los jurados, por lógica, darán una semana libre a las seleccionadas (fechas que se emplean para realizar entrevistas), salta a la vista que el calendario es innecesariamente largo y que está condicionado, en gran medida, por el hecho de que se le mantenga a las falleras vigentes la prerrogativa de participar en la procesión cívica del 9 d´Octubre, un acto en el que ni mucho menos son las grandes protagonistas y que arrastra el pleno y la asamblea extraordinarias a, como pronto, el 10 u 11 de octubre. Unificar los jurados y que éstos trabajen desde el primer momento con las candidatas convierte seguramente en absurso que el proceso dure más de un mes.

Fuset estará en la asamblea

En el pleno y la asamblea extraordinarias, las de la entrega del veredicto y la llamada del alcalde sí que estará presente el concejal Pere Fuset, cuya renuncia a asistir a los debates mensuales, ordinarios o extraordinarios, se mantiene hasta nueva orden. Ayer se tenían que reunir, como hacen mensualmente, los delegados de la JCF, quienes no están nada de acuerdo con que su presidente no acuda a dichas reuniones.

Es el único sitio del que estárá ausente porque, por ejemplo, ayer fue quien presentó a las falleras a quienes son sus jueces y el día anterior estuvo en la presentación del concurso de teatro (donde los niños actuantes hicieron una alusión a su presencia entre la hilaridad general y la suya propia: «¿pero ha venido el presidente? ¡Que valiente!»). El otro teatro, el de las luchas y peleas de poder, con su dosis de absurdo, promete un numeroso reparto, sesiones continuas y pocas ganas de un final feliz. Pero esa es otra historia.