Cada inicio tiene su final. Y el de las falleras de 2018 supone la conclusión del camino para las que, durante el último año, han ejercido el papel de representantes. Las que vivieron en primera línea y podrán llevarse a la carpeta de recuerdos haber sido las que, bajo su advocación, la fiesta fue declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Raquel Alario, Clara Parejo y sus cortes de honor. Las de las dos «Cridas», las de la celebración de ese escudo de calidad de la que ahora se disfruta.

«Nos sentimos orgullosas de haber sido vuestras falleras mayores. Ha sido un regalo. Hemos descubierto la grandeza de la fiesta y de vosotros, los falleros. Nunca podremos agradeceros lo felices que nos habéis hecho. Hemos aprendido que las fallas son solidarias, que no hay remate o falla caída que no pueda remontarse, que los casales son lugar de diversión y núcleo de defensa de nuestra cultura, que no hay edad, raza, género, o ideología que nos diferencie, cuando lo que nos une es la pasión por las fallas» aseguraron en un discurso en el que no faltaron las lágrimas. Clara se derrumbó al referirse a su familia. Raquel tuvo el sorprendente detalle de nombrar a su corte por el orden en el que salieron un año atrás. Y siempre se dirigieron a los falleros. «Os hemos entregado nuestro corazón y vuestra ilusión ha sido nuestra fuente de energía. Estamos aquí para despedirnos y deciros con la mano en el corazón "Gràcies, món faller"» aseguraron antes de anunciar que empiezan «el viaje de regreso a casa»; o sea, a sus propias comisiones. Pero con unas experiencias que «tenemos toda la vida para recordar». Remataron con un «"Fins sempre València, fins sempre, mon faller"».

Antes habían aparecido las 146 candidatas. Cada año se espera el «remate», que es lo único diferente que se puede hacer, pues lo demás es desfilar y desfilar. Hicieron una pequeña coreografía, en esta ocasión incluso con un giro. Paró la música y extendieron los brazos. Después, Carme Bort y Ximo Rovira, solventes como no cabía esperar de otra forma, se hicieron un selfi con ellas. En la segunda mitad del acto, entre números de baile bajo el hilo argumental de la seda, fue el gran momento de todas ellas. Y llegó el momento de esperar, en las tripas de la Fonteta, a escuchar su nombre. Pocas lo consiguieron, pero eso ya se sabía.

Este año no estuvo el alcalde, Joan Ribó. Pero sí que lo hizo, como máxima autoridad, Sandra Gómez junto a Pere Fuset. La Fonteta no entendió de crispaciones ni divergencias. Eso, en otros foros. La semana que viene.