El segmento de la fiesta dedicado a las representantes de la misma, el llamado "falleramayorismo", dispone de algunas liturgias que, sólo con el paso del tiempo, cobran un cierto valor simbólico. El jueves por la noche se produjo uno de ellos: es de lo que se denomina "bautismo de pasarela de Canal". Dicho de otra forma, es la primera vez que la fallera mayor de València y corte de honor recién elegidas transitan por primera vez por el pasillo central del escenario pequeño de tan emblemática sala. Y, en concreto, en el concurso de "play back" de la Junta Central Fallera, al que acuden para entregar los banderines-recordatorio.

Su simbolismo viene dado porque, en no pocas ocasiones, suponía el estreno de las trece en un acto oficial y, sobre todo, ante un público numeroso. Tanto es así, que no son (o, en este caso, eran) los que acudían ex profeso a presenciar este desfile. Que los cargos representativos suscitan un interés por conocer su vestuario o su aspecto como conjunto es una realidad tan tangible como el nuevo interés en darle un valor mayor a dicho cargo, revistiéndolas del concepto de "embajadoras" de la fiesta, algo que tiene un enorme recorrido si se pone en práctica.

Es el camino que más veces recorrerán: tanto por actos oficiales de la Junta Central Fallera como por las numerosas veces que asistirán a presentaciones. Es una pasarela con trampa, donde hay que saber elegir bien el vestuario y es el lugar en el que, con poco o ningún disimulo, especialmente en las noches de "play back", los impenitentes examinan, como si de una nueva preselección se tratara, a las jóvenes.

El caso es que el estreno de las falleras de 2018 fue a contraestilo. El consabido desfile se realizó, sí, pero ante menos público de lo que había sido habitual en otras ocasiones. ¿Razones? Insondables, Posiblemente, porque no hay tanta "novedad": Rocío Gil y su corte llevaban ya quince días en el cargo. Ya han tenido visibilidad. Incluso ya han debutado en la sala Canal: la pasada semana, en el desfile "Reinas de la Seda" de la falla Barrio Beteró, bien es cierto que en el escenario grande, pero en un evento donde mucho consumidor de "falleramayorismo" ya las vio en acción. Incluso las infantiles les llevan ya dos semanas de adelanto en el cometido "canalense".

La implantación, desde hace años, de los trajes de valenciana para acompañar numerosos actos oficiales antes incluso de la exaltación propicia que la ropa de particular sea mucho menos utilizada que antaño. El acierto o no del estilismo de cada una ya forma parte del particular, y siempre dispar, gusto de la concurrencia. Sí que se notaba, como por otra parte es natural, el empleo de vestidos utilizados en las pruebas con el jurado. Hay que ser inteligente y amortizar los desembolsos realizados, puesto que, a partir de ahora, los gastos inherentes al cargo se multiplicarán.

El aplauso de los (pocos) asistentes, incluyendo algunos familiares que no se lo quisieron perder se acompañó de otras liturgias no menos inherentes: el beso de cada participante en el concurso a Rocío y, por consiguente, el embadurnamiento de sus mejillas de todo tipo de carmines. Entre las participantes, y dentro del grupo de Zapadores-Vicente Lleó, estaba Aroa Aguilar, quien compartió con ellas las pruebas para pertenecer a la corte de honor, en calidad de preseleccionada. Algunas falleras de la corte también tuvieron gestos de afecto con algunas participantes conocidas. La aldea global fallera permite que la gente se conozca entre sí.

Al salir del recinto, y cuando se dirigían a los coches, se escuchó una expresión de satisfacción: "¡Prueba superada!". La corte de honor se irá haciendo familiar con el paso de los días (el "falleramayorismo" ya se las conoce al dedillo). Su orden por parejas -que se rigen por estatura- está definido desde el primer día: Silvia Vicent y Mireia Bazaga, Laura Fabra y Lucía Serrano, Meritxell Soler y Noelia Ibáñez, Estefanía Mestre y Marta Sahuquillo, Marta Sobrino y María Urios (Voro Peiró sí que pronuncia bien su apellido, con acento en la "U") y Alicia Andrés y Lucía Villalba. (La más joven es la más alta, por lo que siempre desfilará la duodécima). Tanto ellas como Rocío Gil ya están en plena vorágine de actos, que las tendrán ampliamente ocupadas no hasta el mes de marzo, sino todo el año que tienen por delante y, como dijo en su despedida Raquel Alario, para recorarlo el resto de sus vidas. Incluyendo las pasarelas de Canal.