El ciclo de «Converses a la Nau» de la Associació d´Estudis Fallers, dedicado a «La Dona i les Falles» finalizó ayer con una segunda charla dedicada al cargo representativo común a las fiestas de arte efímero. Razón por la cual hubo dos falleras mayores: una de València, Marta Querol (1988) y otra de Gandia, Blanca Femenía (2003), una bellea del foc, Alicia Crevillén (1992) y una licenciada en historia y fallera de base, Olga Calvo. Se debatió, como era fácil imaginar, la idoneidad del cargo, su evolución o involución y qué posibilidades hay de darle contenido. Entre las conclusiones que aportaron está la aceptación de que son cargos representativos con limitaciones en sus pautas de comportamiento, que no responden a la realidad de las jóvenes que ocupan los cargos, pero que a la hora de dotarlas de un contenido más completo no es fácil contentar a todos.

La que fuera representante alicantina fue muy contundente: «es verdad. No se me ofende cuando se dice que en el cargo se seguía un patriarcado machista. Había roles con los que no me identificaba, e incluso había cosas que no permitía, incluso con 19 años, pero también los estereotipos los ha de romper la sociedad. Hemos aceptado un corsé. ¿Por qué no probar a dar otros contenidos?».

Una «bellea» puño en alto

Crevillén recordó su célebre anécdota de cuando, a los pocos días de ser elegida, fue vista en un piquete durante una jornada de huelga y el revuelo que se organizó. «Fueron unas semanas muy complicadas. Yo hice lo que siempre había hecho porque era una persona que no había ocultado mi activismo. Pero hasta entonces no era una persona concida». Pero insistió en «no quedarnos en el chasis. Incluso creo que ahora, en Alicante, se mueven con menos libertad. Se podía hacer mucho más».

Marta Querol, convertida ahora en una escritora de fama internacional, quiso dejar claro de todos modos que «en mi año a mi no me dijeron lo que tenía que contestar ni lo que tenía que hacer. No me dirigieron ni me sentí coartada o limitada. Fui yo misma. Si: me dieron consejos, sobre todo Josechu Rey de Arteaga, que venían muy bien por el desconocimiento». Sin ir más lejos: «cuando había que ir a la sala Canal, no llevar faldas muy cortas porque a la altura que está esa pasarela se podía ver más de lo debido». Pero «no me sentí dirigida». También reconoció lo que condiciona «la presión mediática que hay ahora. La barbaridad de medios que hay ahora, las redes sociales...». Y también admitió que el cargo ha desarrollado tics. «Es que ahora, por ejemplo, para ser fallera mayor de València, si no te peinas o te maquillas aquí y allí, ya parece que no tienes ninguna opción».

La normalidad del decoro

Blanca Femenía recordó un aspecto hablado el día anterior: «la mujer ha evolucionado en la última época. Ahora puede ser presidenta, puede estar en cargos representativos, juega al truc... ». La moderadora, Ángeles Hernández, clamó por unas falleras mayores con mensajes más comprometidos con la reivindicación femenina, pero la fallera gandiense recordó que «son representantes de una fiesta de hombres y mujeres. Los mensajes han de ser de todos, universales. Es mucho más normal que en las últimas Cridas, se haya hablado del paro, porque afecta a los dos sexos. No es el escenario de, por ejemplo, hacer un alegado feminista».

Tampoco desdeñó la necesidad de, por ejemplo, la uniformidad en el vestido «ir todas igual o parecido es tan normal como cuando vas a una boda y todas llevan un estilo similar. Y es algo que también se exige a los hombres. Es el concepto del decoro. Pero pasa en cualquier sitio: yo soy abogada y el decoro se exige incluso para llevar las togas». Marta Querol le apuntó en ese sentido que «es la normalidad de la sociedad. No es un tema de fallas».

«El papel ha quedado anticuado por ese efecto de instrumentalización patriarcal. El efecto de reclamo y representividad hay que transformarlo y que sea algo más que un florero que no puede decir lo que piensa» aseguró Olga Calvo.

Fuset: «la revolución pendiente»

También intervino desde el público el concejal Pere Fuset. «Es la revolución que queda por hacer. He conocido mucho más de cerca este cargo y me preocupa su papel. El cargo arrastra inercias y estereotipos que no se corresponden con la realidad de las falleras que componen el cargo. El reto es resignificar estos cargos que nacen de lo que nacen (Jocs Florals, misses), pero que deben rediseñarse. Y si me preocupa la fallera mayor, aún más las cortes de honor que no pueden ni saludar. Estamos haciendo cosas poco a poco. Y las cosas son como son: por ejemplo, hemos empezado a darles voz a las falleras de la corte (en la Gala Fallera y en la elección de la Fonteta)... y a no todo el mundo le parece bien».