Entre la multitud de personas que se agolpaban anoche alrededor de la falla Convento Jerusalén había dos que estaban especialmente felices. Uno era el presidente de la falla, Santiago Ballester. Y el otro, el artista, Pere Baenas, quien bromeaba que esta comisión lo fichó hace dos años «porque estaba yo en el Pilar y les estaba quitando, entre comillas, los premios. Me buscaron para ganar, el año pasado no tuvimos la suerte pero este año se ha podido conseguir», confesaba.

Entre la multitud no estaba presente, pues falleció el pasado mes de mayo, el que tantos años fuera presidente, Jesús Barrachina, pero sí estaba en la mente de muchos de los presentes. Y entre ellos, en la de su sucesor, Santiago Ballester: «Este triunfo va también para él que será siempre nuestro presidente honorífico. Fueron 25 años como presidente y eso tiene mucho mérito», aseguraba. Ballester estaba muy feliz de que este éxito se hubiera producido, precisamente, en el año del 125 aniversario: «Llevábamos dos años trabajando en este proyecto. Era una responsabilidad y un trabajo enorme. No pasaba nada si no ganábamos, pero queríamos ganar y lo hemos conseguido», decía Ballester quien lo dedicaba también a la gente joven porque «tienen que ver cómo se hacen las cosas».

Por su parte, el artista, Pere Baenas, también mostraba su felicidad: «Destacaría que desde el primer momento era una falla pensada para conseguir el primer premio. Es una falla para todos los públicos, con todos los estilos desde el clásico hasta el moderno, con todo tipo de color, incluso el blanco y negro y con mucha crítica en las escenas», comentaba. Para él, este éxito «equilibra un poco la balanza» porque «estaban un poco en deuda los premios conmigo».

Además, aprovechaba para lanzar un mensaje reivindicativo de su profesión: «He querido un poco reivindicarnos con este monumento tan grande porque los artistas falleros no estamos lo suficientemente valorados». A lo que añadía: «hay que «confiar más en los artistas falleros, hacer que la profesión no esté tan mal como está. Intentando que los precios sean justos, no aprovechar la situación para pedir más de lo que se puede hacer». «No hablo solo por mi, sino por mis compañeros de secciones inferiores que están luchando por mantener un taller y tienen que hacer mucho más de lo que pueden con presupuestos irrisorios», reflexionaba.