Mientras un sector de la fiesta fallera se debate entre el «no me gusta», el «això no es una falla» y el «ha sido una campaña de promoción de Okuda», la falla municipal realizada por los artistas falleros José Latorre y Gabriel Sanz, ha conseguido dos objetivos desconocidos hasta ahora: hacerse conocer en sectores sociales internacionales que no habían oído hablar de las Fallas y ejercer sobre ellos la misma fascinación que afecta a todo aquel que las conoce por primera vez. En casa, gustará más o gustará menos, no ha dejado indiferente y, eso sí, ha recibido numerosas críticas y numerosas alabanzas, interesadas a partes iguales.

Okuda bate récords

En una sociedad que se mueve a ritmo de aceptación en redes sociales, el «Equilibri Universal» ha debido sorprender incluso al propio Okuda. Sirva el ejemplo: el propio perfil de Instagram del diseñador, las fotografías de la falla superan ampliamente la práctica totalidad de imágenes publicadas en el último año.

Tanto es así que una toma general de la falla, con público debajo, es la segunda más vista de todo su álbum en los últimos doce meses, sólo superado por una casa decorada en Francia. El diseñador no escatimó a la hora de incluir imágenes, sin dejar de incluir en las mismas a Latorre y Sanz o a la fallera mayor y su corte de honor.

Okuda tiene 183.000 seguidores en Instagram, lo que supone, por ejemplo, seis veces más que la Junta Central Fallera. Cifras similares a, por ejemplo, la fotógrafa Martha Cooper o la revista digital dedicada al arte urbano Colossal, que coleccionan también miles de vistos buenos a las imágenes, tanto de la falla erigida en su totalidad como en el momento de quemarse.

Nuevas aportaciones

El «efecto Okuda» aún no ha finalizado. De hecho, en las últimas horas, las imágenes eran recuperadas nuevamente por perfiles relacionados con el diseño, arquitectura o interiorismo, como Generation Wtf Europe o Home & Design Trends.

«¿Qué tipo de fiesta es esta?»

Y dentro de esa penetración en otros campos desconocidos hasta ahora, también se han producido dos efectos paralelos: conocer la fiesta y alabarla o criticarla. Lo primero se ha podido contemplar con los numerosos comentarios elogiosos de la conversión de los diseños de Okuda a una figura tridimensional de gran tamaño y el ambiente que se vislumbra con las tomas generales. Lo que, unido a preguntas como «what kind of festival is this?» (¿Qué tipo de fiesta es ésta?) ponen en evidencia el desconocimiento que, en muchos niveles, sufre todavía la fiesta. Por contra la «cremà» desata preguntas y comentarios de lo más curioso. Unos, se preguntan «¿se quemó o lo están quemando?» o «¿Por qué se está quemando?», «¿La escultura se queda después de la fiesta. Es demasiado hermosa para quitarla».

Otros hacen preguntas al propio Okuda: «¿Cómo te sentiste al ver tu obra arder?» y otros alaban la fiesta: «Habría matado por estar».

«¡Qué desperdicio de dinero!»

Pero también hay un sector que, viéndolas quemar, se sorprenden y para mal: «Que desperdicio de dinero cuando hay millones de personas que mueren de hambre», «Es insano». No debe extrañar estas críticas: hace diez años, el vídeo de la cremà de la falla « I Want To Be Freak» que plantó Vicente Llácer en Na Jordana y que incluía a Michael Jackson en su remate recibió un aluvión de críticas de fans internacionales del «rey del pop» al no entender el porqué de ser quemado, incluso a pesar de que «Jacko» aún vivía por entonces.

En cualquiera de los casos, la falla municipal ha conseguido uno de los objetivos que perseguía: que se hablara de ella en los ámbitos menos convencionales, abriendo nuevos mercados. A golpe de «click».