La realidad suele ser tan tozuda como las matemáticas. Por eso, cuando ambas se aplican, los resultados son dignos de analizar. Eso es lo que sucede en estos momentos con las Fallas en su vertiente más importante: las creaciones artísticas y el gravísimo problema que atraviesa el sector profesional que las elabora.

El mercado tiene claro que, a partir de esta semana es cuando empieza en serio la contratación de artistas. Y es por ello que llega la hora de la verdad del movimiento «Volem Falla», que se ha multiplicado durante las semanas posteriores a la «cremà». Ha sido una especie de movimiento social digital que reclama un mayor interés por la parte esencial de la fiesta.

Cientos de falleros a título individual y de artistas falleros (especialmente interesados por cuestiones obvias) han rebotado el lema y el logotipo. Aunque una parte del debate se entretuvo en cuestiones lingüísticas. La profesión se va a pique y la discusión era si se dice «Vull Falla» o «Vullc Falla». La solución ha sido rebautizarlo con el universal «Volem Falla», además de publicarlo en castellano e inglés. Tambien intervinieron de forma entusiasta las comisiones, las que pagan. Mover en redes sociales una imagen es fácil y gratuito. Ahora es el momento de saber si la sensibilización ha sido real o ficticia.

Y ahi es cuando intervienen las matemáticas para resolver la pregunta. ¿Los falleros invierten de verdad en su elemento patrimonial más importante?

El año pasado, las comisiones gastaron, oficialmente, 5,3 millones en sus fallas grandes. Quitemos las tres primeras secciones: Especial, Primera A y Primera B, que resulta evidente que creen firmemente en la falla. Esas 40 comisiones declararon 2,3 millones. El resto, las otras 340, fueran numerosas, precarias, poderosas o modestas, gastaron los 3 millones restantes.

El censo fallero se componía el ejercicio pasado de 66.813 adultos. Si se restan los que pertenecen a las comisiones de Especial, Primera A y Primera B (334 de Convento Jerusalén, 223 de l'Antiga, 96 de Mercado Central, 379 de Grabador Esteve, 257 de Pintor Segrelles, 367 de Conde Salvatierra, etcétera) quedarán diez mil menos: 56.951.

Si se aplica la división, el cociente dice que cada fallero, de Segunda A para abajo, invierte 52,6 euros al año en su monumento fallero, obtenidas de sus diferentes formas de aportar a la falla (cuotas, lotería, consumo en el casal y la carpa, etcétera). Pero a esto habría que restar el 25 % que paga el Ayuntamiento de València, con lo que la aportación real sería de 39 euros, apenas tres al mes. Y sin contar los ingresos que no se obtienen del fallero (publicidad, falleros de honor, etcétera, una cantidad, todo sea dicho, menor que en las secciones altas). Esos 39 euros, esos tres euros al mes, quedan ahora para el análisis y la reflexión y para ese eterno debate entre, por ejemplo, falla y carpa.

El movimiento «Volem Falla» no tiene cabeza visible «porque no pertenece a nadie», pero el artista Raúl Martínez es uno de los que muestra una evidente inquietud por la cuestión. Y a pesar de que el suyo es el sector sobre el que pende apenas un hilo de vida, no deja de apuntar una cuestión a favor de las comisiones. «Nunca se sostendrá el debate de falla y carpa. Pero jamás dejaré de reconocer que, ahora mismo, las fallas tienen gastos que no tenían antes, como las hipotecas para adquirir el casal o las obras de insonorización. O que ahora se dan de baja muchos falleros que sólo se dan de alta conforme pasan los meses, cuando en casa te dicen que quieren desfilar en la Ofrenda, por ejemplo. Cuando se contratan los artistas es en el momento más bajo de recursos. Todo eso es verdad. Pero el movimiento "Volem Falla" es es reflejo de unos comentarios que se repiten en prácticamente todos los sectores de la fiesta. Y que no es sólo un problema laboral delos artistas, que es gravísimo. Es casi una cuestión moral porque una pérdida objetiva del valor llamado falla. Y es una reflexión general porque si no tomamos conciencia, en cinco año se acaban las fallas».