No hace tanto tiempo, y estamos hablando de la década de los noventa del siglo pasado, si una fallera mayor de Valencia se hacía media docena de trajes ya entraba en el terreno del despliegue inusitado. Del derroche de vestuario para una cantidad de actos oficiales que eran los mismos o incluso más que ahora. Era el no va más de los no va mases.

El cambio de tendencia ha sido tan brutal que ahora, Sandra Muñoz ha decidido cortar por lo sano. Y cortar por lo sano significa que, uno arriba, otro abajo, empleará durante el ejercicio una docena de trajes nuevos. Una cantidad que es la mitad o incluso menos que algunas de sus antecesoras en los últimos años. (En tiempos se bonanza, se llegó a superar la treintena). Una docenita que escandalizará a una parte de la humanidad fallera que piensa que cuanto más despliegue, mejor fallera mayor se es. Y otra parte compartirá plenamente la tesis de la ingeniera agrónoma, que celebraba su noche más feliz el mismo día que se conocía la cifra de cinco millones y pico de parados.

Anoche apareció vestida de púrpura —atrevidísimo— en el que es su quinto o sexto o séptimo estreno. Es el espolín oficial, el que se le regala desde hace once años a las elegidas. En total —y siempre cabe la posibilidad de que caiga alguno más, pues la tentación siempre vive arriba—, es ella misma la que hace los números: «me regalan cuatro y los otros ocho me los pago yo. Si quisiera, podría llegar a veinte sin problemas. Me podría hacer alguno más y me han ofrecido muchos más. Pero hay dos razones fundamentales por las que me voy a plantar». La primera, que ha cortado los regalos «porque tengo mi propio estilo, tengo muy claro cómo quiero la ropa y no quiero hacer una mezcla de tendencias. Agradezco mucho a quien me ha ofrecido y sé que pueden hacer muy buenos trajes, pero tampoco quiero aceptar que esa gente haga un esfuerzo de más conmigo».

La segunda, una cláusula de conciencia. «Todos estamos pasando muchos apuros. No me parece adecuado que la fallera mayor vaya luciendo un exceso de trajes que no se ajusta a la realidad. Creo que todos tenemos que dar ejemplo en estos momentos». El uso de alguno de sus trajes de fallera mayor de la comisión y saber jugar con las combinaciones pone el resto.

Sandra ha aceptado cuatro regalos de momento. Dos son los trajes que regala el ayuntamiento. Se ha quedado con uno que le ha ofrecido Eugenia Puertes y ha aceptado el que ya es casi una liturgia: el que regala Álvaro Moliner para estrenar en la inauguración de la Exposición del Ninot y que prácticamente todas sus antecesoras han aceptado de buen grado.

El resto corren por cuenta de su sueldo y de lo que le ayuden los más allegados. «Me he hecho los que me he hecho y estoy muy satisfecha con la decisión. Lo que también tengo muy claro es que no son trajes malos. Creo que, tal como están las cosas, estoy en la medida justa». Dos son sus solventes indumentaristas de cabecera: En Hilos de Seda, que es quien realizó el de ayer, y la tienda 1700, que hace, entre otros, el que estrenará hoy en la exaltaciónde Rocío Pascual. En ambos casos, existen lazos afectivos con dos de sus titulares (José Martínez Polit y Jorge Fabuel) que justifican la vinculación con ambas firmas.

La fallera mayor había estrenado cuatro trajes para sus primeros meses de mandato y ahora faltan los que se suelen estrenar en grandes acontecimientos. «Estrenaré en la Gala Fallera, en la fiesta de las Fuerzas Armadas, en la Crida... pero, como he dicho, lo vamos a hacer todo con la moderación que requieren estos tiempos».

Bastaba con aparecer ayer y quitar el hipo a casi todos.

Una austeridad a juego con la del acto, en la que se redujeron dispendios todo lo que se pudo. Se notaba, pero era lo que tocaba. Invitados para envolver el acto fueron los músicos de la banda municipal, lo más recurrente, pero con la garantía de que no te van a fallar y te van a proporcionar un primer acto sobrado de calidad. Solvencia absoluta y ritmo más que adecuado. Sobresaliente.

Con Fabra vuelve el president

Francisco Camps, fallero confeso, se había olvidado de la fiesta del Palau los últimos años. Ayer regresó el cargo de presidente de la Generalitat de la mano de Alberto Fabra, quien acudió junto a la delegada de gobierno Paula Sánchez de León. La canastilla dela Generalitat, en sintonía con la filosofía, era extraordinariamente sencilla, de margaritas. Llegó el momento solemmne. Salió primero la corte, desde Alba Garrido a Beatriz Mondéjar. Muy emocionante. Muchas desfilaron entre lágrimas sinceras. Lo lleva la noche. Y luego le tocó a Sandra. Ha valido la pena esperar 28 años.