Desde hace algunos años, muchas entidades comercializan para todos sus clientes las llamadas tarjetas revolving. Estas herramientas son un método de financiación de compras que obligan a sus usuarios a aplazar todos los pagos que realicen con ellas.

En este sentido, son similares a las tarjetas de crédito, ya que permiten pagar a plazos y hacer uso del crédito disponible, pero también a los créditos, ya que a medida que se salda la deuda el dinero vuelve a estar disponible para que el titular de la tarjeta pueda hacer uso de él.

Dicho esto, es importante tener en cuenta que las revolving tienen características que las hacen inadecuadas para un uso habitual, e incluso para aquellas personas que tienen problemas para manejar su dinero de forma responsable.

En primer lugar, su tipo de interés. Este tipo de tarjetas, al igual que las de crédito, tienen habitualmente tipos por encima del 20% TAE, aunque al contrario que éstas, pueden llegar fácilmente al 30%. Para saber qué intereses va a cobrar uno de estos plásticos, lo mejor es comprobar el TAE anual, y no solo el mensual, ya que suele ser mucho más elevado (porque incluye en él las comisiones) y el que realmente hará las compras más o menos caras. Si no aparece, será necesario pedir a la entidad que ofrezca los datos a sus clientes.

Por otra parte, el hecho de que sea necesario aplazar cualquier compra realizada con una de estas tarjetas también puede encarecer mucho la deuda final. Para evitar contraer una deuda impagable, se recomienda pagar en cada plazo la mayor cantidad posible. Aunque este método pueda suponer un esfuerzo económico mayor mes a mes, es una forma eficaz de reducir el importe final. Esto es así porque los intereses se aplican a la deuda que queda sin pagar, por lo que ésta aumenta considerablemente con el paso del tiempo.

Uso esporádico

Aunque puedan ser peligrosas si se utilizan sin cuidado, esto no significa que no puedan resultar útiles en según qué casos. Uno de ellos guarda relación con la posibilidad de obtener descuentos en las compras.

Muchas de estas tarjetas ofrecen descuentos en tiendas, grandes almacenes o estaciones de servicio, entre otros, o incluso en fechas señaladas como cumpleaños. Por ejemplo, la tarjeta Visa Clip de Abanca descuenta un 10% en establecimientos de diferentes sectores que van cambiando cada mes, y de un 4% en las gasolineras pertenecientes a Galp. Siempre que éstos resulten interesantes en una compra ya programada, pueden suponer una ventaja.

El mayor provecho de las tarjetas revolving puede sacarse cuando el titular está seguro de que puede pagar a tiempo la deuda que ha contraído. A los asfixiantes intereses que de por sí traen los pagos fraccionados con una de estas herramientas hay que sumarles unas también muy elevadas comisiones por impago o retrasos en relación a los plazos.

Otro de los requisitos básicos para utilizar las revolving sin problemas es el de hacerlo en compras puntuales. Convertirlas en una forma habitual de afrontar las adquisiciones de volumen considerable no es una buena idea por las razones ya expuestas. Sobre todo teniendo en cuenta que existen una gran variedad de productos bancarios y alternativas que pueden ofrecer una financiación con mejores garantías, incluyendo las tarjetas de crédito.

Aunque sean útiles en momentos en los que es necesaria una financiación rápida y aplazar los pagos para otro momento, con este tipo de tarjetas, menos es más.

Yaiza López-Huerta, colaboradora de iAhorro