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opinión

Cambio de valores y justicia social

Vivimos en sociedades consumistas hipercompetitivas donde valores como el egoísmo, el individualismo y la superioridad son premiados y ensalzados, mientras que otros como la solidaridad y la bondad son desdibujados hasta convertirse en conceptos inocuos más relacionados con la caridad que con la justicia social.

Así, las desigualdades y las injusticias se perpetúan, convirtiendo nuestras vidas en carreras de fondo donde cualquier tropiezo puede suponer que quedemos excluidos. Eso es lo que llamamos violencia estructural, la de una carrera con unas reglas que no hemos elegido y en la que sólo puede haber un ganador.

Esta colonización mental relacionada con los valores mercantiles condiciona nuestras relaciones con el entorno y con los demás. Así, nos hemos transformado en depredadores y explotadores de nuestro medio, de nuestros semejantes y de los animales. Pero además, hemos construido un sistema, una máquina infernal con un movimiento perpetuo que se depreda a sí misma. Un economista llamado Schumpeter definió el capitalismo como un proceso de destrucción creativa. Un sistema que se alimenta de guerras, crisis y muertes para seguir creciendo. Un sistema que necesita que el 80 % de la población mundial malviva para que el resto disfrute de comodidades, y que hoy en día nos ha estallado en la puerta, provocando que uno de cada tres valencianos esté en situación de pobreza o exclusión social y que el 25 % de la población activa de Catarroja esté desempleada o sufriendo hambre programada, desahucios y pobreza energética.

Nosotros no pretendemos renovar el escaparate político como si fuéramos candidatos-mercancía. No pretendemos que un elector-consumidor reproduzca el sistema que le explota. No pretendemos invisibilizar los problemas ni a los perdedores, sino desarrollar mecanismos efectivos de participación. No podemos culpar a la ciudadanía mientras no existan mecanismos reales que hagan a todas las personas partícipes de las decisiones políticas, y corresponsables de ellas, y que destierre unas castas políticas y económicas que han secuestrado la democracia, que nos han gobernado sin presentarse a las elecciones y que han naturalizado la corrupción.

De todos depende construir una Catarroja plural y común. Vivamos, como dice Ada Colau, una primavera democrática.

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