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Opinión

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¿Y ahora qué? Esa la pregunta que desde el domingo 24 de Mayo por la noche más se ha repetido entre dirigentes del Partido Popular, tras los resultados obtenidos en las elecciones locales y autonómicas, que no fueron ni los esperados, ni mucho menos los deseados. Por mucho que algunos se empeñen en repetir insistentemente que el PP ha ganado las elecciones y que somos la fuerza más votada, no va a solucionar este batacazo electoral, ni tampoco limitar los mensajes de autocrítica a una cuestión de errores de comunicación. Los resultados son malos y no se pueden enmascararse con eufemismos estadísticos y numéricos.

Cuando una formación política tiene una bajada no en una comunidad, sino en todas, debe leerse como un mensaje que los ciudadanos han lanzado a todo el partido, a todo, desde la cúpula nacional hasta las Juntas locales, pasando por las direcciones autonómicas, provinciales y comarcales. Ahora más que nunca debemos hacer una verdadera autocrítica. Y no se puede quedar en palabras, sino que debe conllevar hechos y decisiones, tales como un más que visible relevo generacional y empezar a hablar de verdad de primarias, de participación activa y de listas abiertas.

La reacción tiene que ser inmediata y contundente, combinando la prudencia y la determinación, propiciando una profunda renovación y regeneración de actitudes, equipos y políticas, es decir, realizar un verdadero reseteo del Partido Popular, para reengancharnos con la ciudadanía.

El PP no puede asistir impasible al profundo cambio social y generacional de la sociedad, por lo que debemos escuchar el mensaje que nos han lanzado los ciudadanos en estas elecciones municipales y liderar ese cambio como un partido de centro, moderno y unido, que atienda a las nuevas demandas ciudadanas, apostando sin miedos ni complejos por una profunda renovación de estructuras, equipos y un proyecto político humano, moderno y valiente, recuperando el contacto directo con los ciudadanos, y no limitarse a las palabras, sino a los hechos, porque se nos ha pedido que reaccionásemos de una manera clara y decidida.

En definitiva, no podemos hacer un pastel nuevo con una vieja receta. Es ahora más que nunca cuando los nuevos valores y formas de hacer política han de situarse en la primera página de la agenda ante los nuevos retos que se plantean para los próximos años desde una sociedad cada día más exigente con sus gobernantes.

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