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De activista a agricultora ecológica

Susana Ferrando empezó hace ocho años en el mundo del campo marcada por la destrucción de la Punta Reclama una venta directa de los productos para que el agricultor tenga mayores beneficios

Susana Ferrando, en uno de sus campos en plena huerta de Godella. c. lerma

Ser hija y nieta de agricultores y una mezcla, a partes iguales de vocación y activismo, llevaron a Susana Ferrando (Godella, 1978) a enrolarse hace ocho años en el mundo de la agricultura ecológica. Empezó con un pequeño huerto cultivando 'caixetes' para familiares y amigos y ahora tiene 23 anegadas con multitud de variedades de temporada y naranjos.

Pero a esta doctora en Filosofía por la Universitat de València e implicada en movimientos sociales fue la destrucción de la Punta la que le marcó. «Viví de cerca cuando tenía 22 años lo que ocurrió allí y me impactó mucho, sobre todo, la implicación de los colectivos. Siempre digo que somos hijos e hijas de la Punta por todo aquel proceso que tuvo un desenlace agridulce: agrio porque todo el mundo sabe como acabó, con toda la huerta destruida pero fue dulce porque fue muy bonito vivir con los vecinos el llamamiento que se hizo a la ciudad de Valencia pidiendo ayuda y dando a conocer lo que allí estaba pasando con la ZAL, uno de aquellos proyectos megalómanos de esa época y que 15 años después se ha visto que no ha servido de nada».

Toda aquella lucha por una tierra que al final desapareció hizo mella en Susana. «A raiz de eso me di cuenta de que estaban destruyendo la tierra. Me uní a colectivos que la defendieran y qué mejor manera de hacerlo como activista que trabajándola». La joven de Godella admite que no solo el activismo la llevó al campo sino también cierta vocación «por mi padre y mi abuelo y porqué me gusta». En este sentido, incide en que «uno de los principales problemas de los agricultores es sacar rentabilidad a sus tierras y hay un alto nivel de abandono. Además es una población envejecida con falta de relevo generacional».

Para debutar como agricultora le benefició el entorno familiar y las tierras que su padre posee en Godella, además de un curso de 300 horas sobre agricultura ecológica que realizó en la Punta. Y claro, cuando llegó el momento de cultivar estaba segura de cómo sería. «La agricultura ecológica es un modelo específico que no contamina. Los acuíferos y las capas freáticas están todas contaminadas por los nitratos y demás sustancias. Ya no sólo defiendo que la gente se lleve a su mesa un producto natural y que sepas que no tienen residuos tóxicos sino que estamos destrozando los recursos naturales y espero que poco a poco la conciencia ecologista se vaya imponiendo. Pero para que ese cambio se produzca de manera real es necesario una política de las administraciones que potencien y promuevan la agricultura ecológica no en detrimento de la convencional, sino con políticas para que los agricultores vean que pueden sacar rentabilidad y vivir del campo».

Pero la etiqueta de que la agricultura ecológica es cara es difícil de borrar. «No es lo mismo comprar productos ecológicos en grandes superficies o supermercados que de forma directa. Soy una defensora de los canales cortos de comercialización y hay que facilitar espacios para ello. En Godella los sábados desde hace seis años se monta un mercado para que puedan vender sus productos y eso abarata costes, no hay intermediarios. Yo tengo una pequeña tienda de barrio, Camí de l'Horta, y vendo directamente», apuesta la agricultora que va más allá: «Tendríamos que preguntarnos por qué los productos de la agricultura convencional son tan baratos. Ahí es dónde están las respuestas.

Aquí vienen corredores y pagan un precio muy bajo y luego ves los precios en el mercado y piensas no sé cómo viven año tras año. Hay que dignificar el trabajo del agricultor y eliminar tanta cadena de intermediarios», concluye.

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