La calle Santa Anna de Torrent, originaria del siglo XVI, es una de las vías más características de esta ciudad por su antigüedad y su patrimonio que conservó hasta mediados de la pasada centuria. Ésta fue fruto de la expansión en este siglo del núcleo urbano de Torrent, fuera de su recinto amurallado, momento en el que recibía el nombre de Pere Vilagrassa entre otros, cuando esta población era un señorío perteneciente a la Orden del Hospital. La antigüedad de esta vía como del siglo XVI, se recoge en un destacado estudio todavía hoy vigente, sobre la toponimia urbana de esta localidad publicado en 1982 en el número 1 de la revista «Annals» del Institut d'Estudis Comarcals (IDECO) de l'Horta Sud realizado por parte de José Ramón Sanchis y José Royo Martínez, archivero y cronista de este municipio respectivamente. En este artículo se halla documentada la existencia en esta vía de las casas de Raymundo Assensi en 1568, la de Pere Vilagrassa —que era el nombre que en algunos documentos se le daba entonces asiduamente a esta calle— en 1569 y las de Nicolau Yrles, Vicent Assensi y Marti Assensi en 1570. Este trabajo fue desarrollado por estos autores a partir del análisis de dos cabreves —un registro que se hacía periódicamente entonces en el cual los vasallos reconocían ante el señor todos los bienes que tenían—, los cuales se conservan en el Arxiu Municipal de Torrent. Evidentemente los edificios levantados en aquel momento, se fueron transformando a lo largo de los siglos posteriores, según las modas o las necesidades de espacio y uso de sus titulares.

Como recoge Silvino Beneyto y Tasso (1912), existía constancia en «els llibres racionals» del Arxiu de la Parròquia de l'Assumpció de que esta calle empezó a recibir el nombre de Santa Anna a principios del siglo XVII, concretamente cuando «a 26 de juliol, de 1602 dia de Santa Ana, fonch feta dobla a instancias dels del carrer de dita Santa». Como explica José Ramón Sanchis Alfonso en «El Granerer» de 1994, «les dobles» eran fiestas «tan votives com perpètues», en este caso «organitzades i satisfetes pels mateixos veïns del carrer» en honor a esta santa, siendo ésta la primera «dobla» o fiesta de la que se tiene constancia.

Sus personajes

Por otro lado, existe testimonio del hecho de que a lo largo de los siglos, personas destacadas habitaron en la calle Santa Anna, como recogen las crónicas históricas sobre la localidad de Isidro Miquel Casanova, Silvino Beneyto y Tasso y Victoriano Andrés López, reeditados respectivamente en los números 6 (1988-1990), 9 (1996) y 11 (1997) de la revista «Torrens» por José Ramón Sanchis Alfonso y José Royo Martínez.

En el primer lugar, Miquel Casanova cuenta en su «Memoria sobre la Villa de Torrent» (c. 1880), que debido al deficiente estado de conservación de la Casa Abadía de la Iglesia Arciprestal de la Asunción de Ntra. Sra. de Torrent, como era habitual entonces, el sacerdote que tomó posesión de la misma en el año 1852, José Aicart, alquiló una casa en la calle de Santa Anna, pero a los cuatro o cinco años pensó en rehabilitar la casa abadía lo que llevó a cabo «invirtiendo en la referida obra una cantidad de muchísima consideración».

En el segundo lugar, Silvino Beneyto y Tasso, primer cronista oficial del municipio, en su «Guía histórica descriptiva de la Villa de Torrent» de 1912, recoge como «la posición topográfica, su clima templado y lo saludable de las aguas, unido a la tranquilidad que disfrutó esta población torrentina durante la época feudal hizo que principalmente en los siglos XVII, XVIII y comienzos del XIX fuese el centro y recreo de la nobleza valenciana» ya que en la localidad poseían entonces de residencia destacadas familias pertenecientes a esta clase como la del marqués de Cruilles, de Cáceres, de Scala o el conde de Casal. Consecuencia de ello a principios del siglo XX se conservaban en la población en algunas casas que éstas habitaron, algunos escudos nobiliarios como era el caso entonces del «edificio señalado con los números 4 y 6 [de la calle Santa Anna, que en] su fachada ostenta un escudo nobiliario» con corona de marqués, en cuyo lugar hay hoy dos edificios de viviendas, el cual se situaba en una construcción que pertenecía en aquel momento a Ignacio García y Cobo.

En el último lugar, Victoriano Andrés López deja constancia en «Torrent: Apuntes y datos muy curiosos referentes a esta villa» (c. 1915-1916, 1940-1941), de dos personajes valencianos destacados que residieron en esta vía por cortos espacios de tiempo que fueron, en primer término, «el eminente astrónomo don José [Joaquín] Landerer Climent [Valencia, 1841-Tortosa, 1922] [que] tuvo arrendada la casa de don José Pastor, calle de Santa Ana, piso principal, y vino diferentes temporadas, durante cinco años» probablemente entre finales del siglo XIX y principios del XX. Landerer aficionado a la ciencia, se dedicó a la investigación sobre astronomía, geología y paleontología, disciplinas en las que destacó por sus estudios sobre Júpiter y sus satélites, la Luna y los eclipses. Debido a ello, sus visitas a Torrent podrían estar relacionadas con la observación astronómica, algo que posibilitaría la ausencia de contaminación lumínica entonces en la capital de l'Horta. Y en segundo término, «Don José [María] Úbeda Montés [1839-1909], notable organista del Patriarca y varias parroquias de Valencia, tenía casa en la calle de Santa Ana, y pasaba muchos veranos» en ella, ya que de hecho desde la segunda mitad del siglo XIX con la mejora de sus comunicaciones terrestres, Torrent fue uno de los destacados centros de veraneo de la burguesía valenciana de la comarca, como era el caso de este músico perteneciente a una acomodada familia de Ontinyent.

Su comercio e industria

Sus construcciones, históricamente se han destinado a vivienda lo que también ha ido acompañado de usos agrícolas, consecuencia del trabajo en el campo de sus moradores e incluso han albergado diversos talleres e industrias. Este es el caso del sector del chocolate, en auge en esta localidad entre mediados el siglo XIX y del XX, que gracias al investigador Vicent Puig Mora se ha podido documentar la presencia en esta vía de la fábrica-vivienda de Francisco Puig Ribera entre 1908 y 1912 que prosiguió su hijo entre 1926 y 1929, la de José Puig Monsell entre 1928 y 1949 con marcas patentadas como «El Caballero» o «El Colegial», la de Alfonso Sanz Mora entre 1934 y 1947 con marcas como «El Avión», quien llegó a ser presidente de la Hermandad del Santo Sepulcro.

En el caso del chocolatero Salvador Ros Baixauli, éste residió con su familia entre los años 50 y 70 en el interesante edificio de época eclecticista que todavía se conserva en el número 10, ya que su fábrica se encontraba en la calle del Frare Lluís Amigó. Ésta empleaba la marca «Chocolates Mercurio» para cuya elaboración importaban, como era habitual, el cacao de Guinea Ecuatorial territorio que estuvo bajo dominio español hasta el año 1968.

Además, el profesor J. Lluís Fresquet Gozalvo (2011) recoge en su libro «Estudi de l'evolució del sector agrari a Torrent al llarg del segle XX», la presencia de la firma conservera del que fuera concejal del Ayuntamiento de Torrent y diputado provincial, Ascensio Carratalá Chuliá, fundó como industrial en 1924 en un edificio que se ubicaba en el actual número 38. Durante su dirección las instalaciones sufrieron un importante incendio en noviembre de 1932 que causó daños relevantes, en un momento en que la fábrica contaba con 75 operarios. Como se recoge en las noticias del «Diario de Valencia» recopiladas por José Royo Martínez (2009), el incendio adquirió dimensiones considerables causando gran alarma en el vecindario del que se destacó su ejemplar comportamiento por su cooperación en las tareas de evitar la propagación de las llamas a las viviendas colindantes y tratar de minimizar su impacto hasta que llegasen los bomberos de Valencia. Tras la muerte de Ascensió Carratalá un año más tarde, le sucedió su hijo hasta que la empresa cerró en 1968. En su período de actividad esta industria utilizó diversas marcas para sus productos que todavía se recuerdan, como Pavo Lira, Ascaben y Lupita, bajo cuyo nombre fueron exportados a otros países.

Por último, en la «Guía comercial de Valencia y su provincia de 1910» consta en esta calle la existencia de la escuela de Ignacio Roca, de Salvador Roselló clasificado como «corredor de frutos y caldos» y de la zapatería de Francisco Pepilla. Décadas más tarde, el «Anuario de Valencia, Alicante y Castellón 1947-48» deja constancia de la presencia de la recordada «Carnicería y Tocinería» de Eleuterio Cervera, que estuvo en activo hasta los años 80, la carpintería de Tomás Alabarta, el horno de José Montoro, actual Horno Hermanos Gascón con aproximadamente un siglo de antigüedad según sus descendientes, el veterinario Francisco Miguel y el taller de calzado de Salvador García. Esta última, otra de las industrias que jugó un destacado papel en la localidad durante el siglo XX.

Sus vecinos también recuerdan que a mediados de la pasada centuria existieron en la calle Santa Anna al menos tres vaquerías, una droguería, una carbonería, una venta de pollos y la unidad de recaudación de zona de la Diputación Provincial de Valencia entre los años 40 y 60, donde se abonaban los impuestos periódicos competencia del Estado como la contribución territorial urbana y rústica, el actual IBI, o la Licencia Fiscal sustituida hoy por el IAE. Tras el cese de las actividades anteriores, así como de otras más actuales que albergó en las décadas siguientes, actualmente sus comercios se reducen a una tienda de nuevas tecnologías, a la Verdulería Conchín, cuya familia en origen se dedicaba en el lugar a la venta de algarroba y pienso compuesto, y al afamado Horno Hermanos Gascón.