En febrero fallecía Joan Bohigues, pintor, novelista, cinéfilo y profesor del Instituto de Educación Secundaria de Puçol. El miércoles 2 de marzo, sus compañeros y amigos le rendían un homenaje en el salón de actos de la Casa de Cultura. Como colofón a este evento, la Dirección del centro nos envía unas apasionadas palabras con las que explica por qué Joan nunca habitará «donde habita el olvido».

Homenajear a alguien querido siempre resulta fácil, pues son muchos los recuerdos compartidos que inspiran las palabras. Joan fue, fundamentalmente, un hombre feliz que compuso su vida alrededor de tres facetas entrelazadas y singulares: la de artista, la de enseñante y la de amigo, todas cultivadas con igual fruición y empeño afectivo.

Observador, exprimidor de experiencias, vividor incansable, se sumergió en el mundo del arte a través de la pintura, con sus guerreras y sus etéreas figuras evocadoras; de la escritura, cultivando el hard boiled y la novela negra que habían configurado su imaginario cultural; y a través del cine, cuyo lenguaje directo, sin ambages, seco, impregnaba su escritura, mirada escrutadora, revólver humeante, John Wayne descafeinado? Joan nunca supo mantener la maldad más allá de la picardía necesaria para seducir.

De toda su poliédrica personalidad, el Joan que más interesa a quienes le conocen de cerca es, sin duda, el Joan amigo. Irreverente, divertido, irónico, sardónico; destilaba un pretendido ánimo de ofensa que se diluía en la inocencia de su falta de convicción. A veces distante, la perfección le hubiera restado toda humanidad y encanto, se ensoñaba en sus silencios desde los que observaba como en una azotea la vida pasar, sin perder detalle que disfrutar, sin perder dolor que experimentar, «no se puede huir de vivir», decía.levante-emv puçol