El estudio sobre la evolución del patrimonio arquitectónico en l´Horta Sud que publicamos el pasado verano en la serie «L´Horta Sud 30 años después», puso en evidencia que dentro del período democrático también se ha producido, en continuación con el franquista, una elevada destrucción, el abandono o la reforma impropia de algunos destacados monumentos. Como vimos entonces, este era el caso del patrimonio industrial como Quiminor en Xirivella, el dels Horts como el de Ca Lafré de Albal, el de las alquerías como la de Mangarrota de Picanya, el de las residencias de recreo como el Chalet Giner-Cortina de Torrent o el del patrimonio residencial urbano de nuestros centros históricos.

En esta ocasión volvemos de nuevo al libro «Jornades del patrimoni arquitectònic i urbanístic de L´Horta Sud» (1983) para centrarnos en las ponencias y las conclusiones que recoge de estas jornadas celebradas en Picanya el 18 y 19 de junio de 1982. Esta obra se inicia con el prólogo del entones alcalde de Picanya y conseller de Cultura, Ciprià Císcar, que fue uno de sus principales impulsores y a continuación da paso a nueve estudios sobre el patrimonio de l´Horta Sud, desde el punto de vista del planeamiento, de su estado, así como territorial, legal y económico. Cabe recordar que estas jornadas se dieron en unas circunstancias en las que se creyó necesario iniciar una reflexión sobre la necesidad de preservar el patrimonio arquitectónico de l´Horta Sud. En consecuencia, uno de los principales objetivos de la Conselleria de Cultura fue involucrar a los responsables políticos municipales, en su conservación, a los técnicos y especialistas, en la búsqueda de soluciones, y una mayor sensibilización por parte de la ciudadanía. Este planteamiento venía propiciado por la oportunidad y la esperanza que ofrecía el nuevo contexto democrático y la incipiente autonomía valenciana.

Las reflexiones principales

Para poder realizar una visión retrospectiva sobre aquellas jornadas, hemos entrevistado para la ocasión a tres de sus participantes para conocer como ven a través del paso de los años sus postulados. El primero de ellos, es el arquitecto y urbanista Vicent García Martínez (1946), autor de diferentes planes generales y de reforma interior de centros históricos de l´Horta, así como de catálogos y de proyectos de restauración de algunos de sus monumentos más emblemáticos. Vicent Garcia además de ser coautor del primer estudio de gran calado sobre el patrimonio de l´Horta Sud en su conjunto titulado «El reflejo formal de la historia en el territorio. L´Horta Sud» (1981) que impulsó estas jornadas, participó con la ponencia «Territori i patrimonio històric. Algunes qüestions», junto con Josep Múrcia, autor también del mencionado trabajo, y Joaquim Sanchis.

Este estudio y otros similares realizados en años anteriores, permitieron entonces a estos autores establecer postulados al respecto de como se debía afrontar la problemática de la conservación del patrimonio y que papel tenía que jugar en la mejora de las poblaciones de l´Horta Sud. De hecho, en su texto establecieron que se debía considerar desde la globalidad del territorio la problemática del patrimonio cultural e histórico-artístico para poder formular cualquier política de intervención positiva en la ordenación de la comarca; la necesidad de interrelacionar su conservación con la actividad del planeamiento como proyecto de futuro, teniendo en cuenta sus cualidades para que contribuyan a la construcción de la ciudad moderna; la consideración de que uno de los aspectos fundamentales para la definición de la identidad comarcal lo constituía el patrimonio; y la posibilidad de utilizar su protección en la satisfacción de las necesidades de una población como la de albergar equipamientos colectivos.

Actualmente y con la distancia, Vicent García opina que «lo que pretendíamos era transformar una realidad muy mala que existía en las poblaciones de l´Horta, en la que había mucho por hacer y con una crisis económica muy fuerte. Municipios con una imagen desigual en los que el desarrollismo franquista iniciado en los años 60 había hecho desaparecer lugares históricos interesantes, como la morería de Mislata o los pasadizos de la zona medieval de Xirivella, aunque siempre he creído en la transformación del territorio, no en su mera conservación. De hecho nuestra ponencia lo que quería explicar es que hay unos elementos patrimoniales esenciales que hay que mantener y que tienen que ser el punto de partida para una transformación positiva. En cambio, hay cosas antiguas que hay que deshacerse de ellas porque resultan negativas y en esa cuestión me mantengo en ese ideario. Sin embargo, estos postulados no se han aplicado en absoluto. El patrimonio tiene la capacidad de ayudar a configurar nuevas transformaciones territoriales que mejoren las poblaciones de la comarca, como es el caso de todo el sistema de molinos de Paterna que es magnífico y que, sin embargo, lo estamos abandonando».

«También es necesario poner en valor y no cubrir el sistema de acequias que caracterizan nuestro territorio y que son esenciales y estructurales „continúa„. Tampoco se ha acometido de una manera decidida la peatonalización de nuestros centros históricos o se ha intervenido de forma adecuada en espacios urbanos, como en el entorno de la Ermita de Sant Onofre de Quart. Además desde el punto de las infraestructuras, éstas se han ejecutado sin ninguna idea global en su desarrollo».

Catalogar lo máximo

El segundo, es Carles Dolç Soriano (1949), arquitecto y urbanista comprometido con las reivindicaciones más destacadas sobre el patrimonio arquitectónico y paisajístico de la comarca desde el franquismo, que además en los 80 redactó los catálogos de algunos municipios de l´Horta como los de Picanya y Moncada. Este técnico presentó en estas jornadas de 1982 la ponencia «Un cas pràctic: El patrimoni arquitectònic de Picanya» junto con los arquitectos Juanjo García Soria y Marius Bevià, ya que Dolç y García eran los autores del primigenio catálogo de este municipio de junio de 1982. Este documento no llegó a aprobarse entonces siendo posteriormente incluido, en su mayoría, en las Normas Urbanísticas el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de Picanya en 1994, hasta que sufrió una reducción considerable de sus elementos protegidos de forma individualizada en 1998. En la actualidad, de este exhaustivo catálogo inicial que protegía individualmente 144 bienes, se conservan en buen estado un 69,4 %, han desaparecido un 17,4 %, se han reformado de manera impropia un 9 % y encuentran deteriorados un 4,2 %.

La redacción en 1982 de este catálogo, permitió a los ponentes una visión cercana sobre el patrimonio del municipio, diferenciando en su ponencia la arquitectura del núcleo urbano, donde predominaba la tradicional «casa de poble» con fachadas de diferentes estilos que se integraban entre sí; los conjuntos ambientales, formados por las casas ubicadas en los bordes del Barranc de Torrent, en las tres principales plazas de la población y en el Barrio del Pilar; y por la arquitectura rural. De este último caso destacaron, en la zona sur del municipio, los Horts construidos entre 1880 y 1930 y proyectados en algunos casos por arquitectos siguiendo los distintos estilos del momento. Y en la zona norte, las alquerías, datadas en torno al siglo XVIII como la de Alta o de Escrivá, que se conserva reformada, la de la Foia, en estado de deterioro y la de Mangarrota y la de Raga desaparecidas ambas en los años 90 a pesar de estar haber sido protegidas. Esta ponencia concluía con la reflexión de que en Picanya no se encuentra una arquitectura monumental sino popular que por sus valores constituía un patrimonio que necesitaba ser conservado.

Actualmente y con la distancia del tiempo Carles Dolç recuerda que el catálogo en el que se basa la ponencia «fue un trabajo muy exhaustivo, que posiblemente hoy no haríamos exactamente igual, pero en el que si que mantendríamos el criterio de catalogar al máximo y que luego seleccionen lo que quieran proteger. En aquella época encontramos un ambiente propicio a este tipo de trabajos, aunque pasado poco tiempo empezamos a darnos cuenta que no duraría mucho, por los intereses económicos de propietarios y por las presiones urbanizadoras que los promotores tenían para transformar o hacer desaparecer el patrimonio. Éste fue el caso de las alquerías en Picanya, entre las que destacaría la de Mangarrota por su carácter representativo. Todo ello, se ha de decir, en un ayuntamiento que se ha caracterizado por realizar una política urbanística bastante seria y respetuosa en muchos aspectos, posiblemente uno de los mejores de la comarca en este sentido.

No obstante en la actualidad, a diferencia de aquella época, el patrimonio está catalogado y tenemos experiencia de como recuperarlo. Sin embargo hay cosas que son continuas ya que sigue siendo amenazado porque la sociedad todavía no ha interiorizado bastante unos criterios culturales de respeto y valorización del mismo y porque existen unas presiones inmobiliarias que son un atentado continuo. Por ello, igual que en aquella época son necesarias acciones civiles que se enfrenten, cuando sea necesario, a esos atentados tales como iniciativas o movimientos ciudadanos».

Un estudio aún vigente

La tercera es la economista y socióloga, María García-Lliberós (1950) que actualmente es una conocida escritora y que en junio 1982 trabajaba como economista del área de urbanismo del Ayuntamiento de Valencia. Esta autora, que estaba muy especializada entonces en este tema, participó con la ponencia «Algunas aportaciones teóricas, de carácter económico, a la política de protección al patrimonio» en la que recogía, en gran parte, un texto presentado en unas jornadas de Barcelona un mes antes.

En ésta planteaba la problemática de que el patrimonio arquitectónico en general, a pesar de su carácter público como expresión de una cultura colectiva, es de propiedad privada. García-Lliberós indicaba la necesidad de perfilar estrategias por parte de la administración local, a través del planeamiento, para involucrar a los propietarios en la conservación del patrimonio. Además, veía necesario arbitrar ayudas públicas de tipo económico y de gestión a estos titulares, así como de compensación como un tratamiento fiscal favorable por parte de los ayuntamientos. Por otro lado, consideraba que la conservación física y revitalización social del patrimonio solo podía conseguirse con la redacción de catálogos y ordenanzas, acompañada de la aplicación de medidas de disciplina urbanística como son las ordenes de ejecución; con una política de suelo, dirigida al control y reducción de su precio en los centros históricos; y con la promoción puntual en estas zonas de vivienda municipal de obra nueva y rehabilitada para alquiler.

En la actualidad, María García-Lliberós opina que su estudio es de gran madurez y sigue estando en vigente. Piensa que fue fruto de una profunda reflexión porque era un tema que le preocupaba mucho. Considera que hay cosas que se han aplicado y otras que intuye que no, «sin embargo, la idea de que a los propietarios de edificios protegidos se les aboque a que su única alternativa rentable sea rehabilitarlos y ponerlos en explotación, me parece la propuesta más inteligente que se puede hacer. Los planes de protección tienen que restringir actuaciones arquitectónicas y usos, que también son muy importantes, y abocar a que los intereses del propietario coincidan con los de la administración. Busqué una solución de urgencia para una situación de urgencia, pero siendo realista, en un contexto en el que la normativa de haciendas locales, de arrendamientos urbanos y del suelo era todavía la franquista. Desde entonces, por ejemplo, la reforma de la Ley de Arrendamientos Urbanos ha sido fundamental, porque pretender que el propietario financie el gasto del arrendamiento a los inquilinos no es justo y es una cuestión fundamental para permitir que éste pueda invertir en la conservación de su edificio».

En conclusión, cabe decir que a pesar de que ha habido avances respecto a la conservación del patrimonio de la comarca, los postulados que planteaban estas jornadas de 1982 siguen vigentes y en algunos casos parecen adelantados a nuestro tiempo ya que en esta cuestión todavía queda mucho por hacer. Esto nos lleva a pensar que en muchos casos no se ha avanzado lo suficiente en la toma de medidas para garantizar la preservación del patrimonio por parte de los consistorios de l´Horta Sud, un elemento que no se debería perder, sino proteger, restaurar y difundir.

Una despedida

Este artículo supone el final, por ahora, de esta sección en la que a lo largo de tres años y 105 entregas hemos mostrado una parte del patrimonio más valioso de la comarca de l´Horta. En ella hemos tratado de plasmar su realidad e intentar que esta tribuna sirviese para mejorar su estado. «Quaderns de Patrimoni» ha supuesto una exhaustiva labor realizada desde la vocación y el esfuerzo, apoyada por un equipo de generosos colaboradores. Nada más queda que agradecer esta oportunidad a Levante-EMV y a los compañeros que han contribuido a que fuese posible, por todo lo aprendido y también por el reconocimiento obtenido de los lectores. Espero con ilusión que esta sección pueda continuar en el futuro, para que siga haciendo reflexionar a la sociedad de l´Horta sobre la importancia de sus monumentos.