Dicen los que han cumplido el servicio militar que, además de adquirir una buena dosis de disciplina, la mili es un recuerdo para toda la vida donde guardar amigos y esas aventuras que salen a relucir en una tertulia. Vicente, Manuel, Francisco, Tobies, Ángel o José Luis formaban parte de una de esas quintas, concretamente la del 67, y coincidieron durante su mili, entre mayo del 68 y agosto del 69. Les llamaban «Picacete y sus marranetes» y estaban destinados en la Primera Batería de Artillería de Campaña XXXI, en Paterna.

El grupo, de una veintena, compartió quince meses de instrucción y maniobras, pero también de risas, peripecias y varios arrestos. Tras licenciarse, José Luis Jiménez, uno de los líderes de la pandilla, organizó en la casa de sus padres, en Silla, una paella para todos en una especie de fiesta de despedida. Antes de marcharse, el anfitrión obligó a cada uno de ellos a apuntar en una pequeña libreta marrón sus nombres completos y sus direcciones. Nunca más volvieron a verse.

En 2011, José Luis Jiménez se jubiló tras muchos años como comercial del sector del mueble. Con más tiempo libre para quemar, de manera casual se encontró con dos o tres de aquellos compañeros de barracón. Fue entonces cuando se marcó el objetivo de tratar de localizar a su quinta. «Al principio me lo tomé con cierta calma, pero en el último año intensifique las pesquisas para encontrarlos», comenta. La libreta marrón fue el primer hilo del que tirar. «Las direcciones correspondían a la casa de los padres de todos ellos. Visité Ontinyent, Torrent, Port de Sagunt, Sueca, Vallada, Alzira o Guadassuar», relata. En muchos casos en aquellas direcciones ya no vivían los padres, ya fallecidos, y tuvo que ir preguntando a vecinos o en los ayuntamientos. «Ha sido muy complicado», admite. Finalmente logró localizar a una quincena de todos ellos. El resto había muerto.

Y como no podía ser de otra manera, su reencuentro, celebrado hace un par de semanas, fue alrededor de una paella aunque esta vez no fue en casa de los padres de José Luis, sino en el embarcadero del puerto de Silla. Acudieron una docena ya que algunos viven fuera de la C. Valenciana y no pudieron desplazarse. La escena de volver a verse las caras, casi 50 años después, mezcló sorpresa, abrazos y emoción. «¡Che!, ¿Tu eres José? Claro. ¡¡Hombreee!! no te había reconocido», cuenta José Luis que decían. Entre todos ellos también acudió el único mando que hizo piña con aquellos jóvenes.

La jornada también sirvió para recordar las batallitas vividas décadas atrás durante el servicio militar. «Te acuerdas cuando una noche mientras estábamos de maniobras nos fuimos a buscar un nido de perdices y nos perdimos y tuvimos que esperar a que se hiciera de día para poder volver al campamento», preguntaba José Luis, mientras el resto no podía aguantar las carcajadas al recordar que los mandos no les descubrieron. La jornada acabó con las notas de una guitarra y canciones de la época.

La próxima cita será el 1 de diciembre en Vallada, y aunque ahora ya están localizados unos y otros a través del teléfono móvil, José Luis sigue guardando aquella pequeña libreta marrón.