El ciclo del arroz finalizará este año nuevamente con fuego. Con una quema lo más controlada posible, pero obligada por las circunstancias: a falta de una salida más interesante a todo el residuo que genera el cultivo y para tratar de acabar con las plagas que, en los últimos años, afectan a las cosechas.

A cambio, la Conselleria de Agricultura y Medio Ambiente ha iniciado el estudio, junto al sector y la Administración local, de una nueva gestión de los restos de la cosecha del arroz para evitar esa quema en el futuro.

Ayer se reunieron todos los agentes sociales relacionados con este cultivo (el secretario autonómico de Agricultura y Desarrollo Rural, Francisco Rodríguez Mulero, el de Medio Ambiente, Julià Álvaro, representantes de organizaciones agrarias y de una decena de ayuntamientos del entorno del Parque Natural de la Albufera, incluyendo el de Valencia). En el caso de la capital, el interés no es tanto por las hectáreas cultivadas, que también, sino por el impacto medioambiental que supone la llegada del humo al casco urbano.

La quema, de 13 a 18 horas

La concejal Consol Castillo aseguraba a este respecto que «la quema hay que asumirla porque será una forma de sanear lo más posible los campos de cultivo, pero hemos pedido que esta quema se coordine para que sea lo menos perjudicial posible». La premisa es, obviamente, con vientos que soplen en dirección al mar, y en horarios «entre la una y las seis de la tarde, cuando la paja está seca por la acción del sol».

Con todo, el objetivo es evitar lo sucedido ahora: que las reuniones se produzcan a poco tiempo de la recolección. «Lo ideal es tener una estrategia preparada mucho antes y poder tener un destino para la paja de arroz mucho antes». Esa es otra, puesto que todavía queda mucho I+D por delante para desarrollar una salida decente a este sobrante, que van desde la pasta de papel a la construcción de palés de mediana resistencia.

La quema de este año permitiría frenar la transmisión tanto de hongos y bacterias (que también pueden transmitirse por contagio a través de la propia maquinaria de trabajo) como de una planta depredadora, la Leersia Oryzoide, procedente de América, también gramínea y que destruye la planta del arroz. Este especie habría afectado, en algunas zonas, hasta al 30 por ciento de la superficie.

Rodríguez Mulero reconoció, en cualquier caso, que el futuro pasa por utilizar los fondos europeos para buscar alternativas que hagan que la quema una práctica descartable y que «hay que consensuar una postura entre el sector, la administración local y autonómica y trasladarla al Ministerio de Agricultura y la Unión Europea, que compatibilice la mejora de la calidad de las aguas de la Albufera y la viabilidad de la actividad económica del cultivo del arroz» pero que, en cualquier caso, retirar sin quemar la paja es el objetivo final que se persigue, aunque no será este año.