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La visita de Alfonso X y Violant d´Aragó al Puig

Los dos monarcas visitaron en 1274 el santuario del Puig de Santa Maria para ofrendar a la patrona del recién fundado Reino de Valencia

La visita de Alfonso X y Violant d´Aragó al Puig

­Los trascendentales acontecimientos que ocurrieron en el Puig de Santa Maria entre 1237 y 1238, decisivos para la conquista y fundación del nuevo reino valenciano, hicieron que el Real Monasterio del Puig se convirtiera en el centro espiritual, cultural e histórico del Pueblo Valenciano, en el que se contenían las raíces y, en ellas, la potencialidad de un nuevo rumbo histórico que ha llegado hasta nosotros. Por ello, «desde el Rey don Iayme el Conquistador, los demás Reyes de Aragón, Castilla, y Portugal, han dexado algunas memorias suyas en esta santa casa, pequeños indicios de su grande devoción, que con esta Virgen santissima tenían» (Boyl, Historia de El Puig, año 1631, p. 101).

Alfonso X el Sabio y Violant d´Aragó, hija de Jaume I y de Violant d´Hongria, se casaron en enero de 1249. El matrimonio real castellano visitó dos veces la ciudad del Turia. En la segunda venida, «quinze dies tots entegres durà la festa de València». Y, «finalment, vos dic que partent de València anaren tuit a madona Santa Maria del Puig de Valencia» (Muntaner, cap. XXIII). Ateniéndonos a la documentación, el día 20 de noviembre Alfonso X y Violant aún permanecían en Valencia (Documentación e itinerario de Alfonso X el Sabio, 2012, p. 490). Pero el 26 del mismo mes ya se encontraban en Sant Mateu. Por tanto, entre el 20 y el 25 de noviembre visitaron a la Virgen del Puig, pues para recorrer la distancia entre el Puig de Santa Maria y Sant Mateu, necesitaban unas dos jornadas de viaje.

Llegaron al Puig «todos juntos» (tuit), Jaume I, el rey Sabio y Violant d´Aragón (Muntaner, cap. XXIII). La emoción de Violant al reencontrarse ante la Virgen del Puig debió ser inefable, pues, en abril de 1238, con apenas unos meses de vida, llegó al Puig de Santa Maria junto con su madre, Violant d´ Hongria, para garantizar que, hasta que no se conquistase Valencia, Jaume I no se alejaría del castillo de Enesa o el Puig, más allá de Teruel ni del río Ebro (Fets, cap. 237). Ahora, 36 años más tarde, como reina de Castilla y León, volvía a ese lugar en el que tres personajes femeninos, ella misma, su madre y la Virgen del Puig, habían impulsado la conquista en el momento más aciago, porque muchos caballeros querían traicionar al rey de Aragón y dar al traste con su proyecto en 1238.

En cada lugar al que llegaban los reyes de Castilla eran recibidos con «grans professons e jocs que en cascun lloc los faïen les gents del rei d´Aragó» (Muntaner, cap. XXIII). Sin duda, los recién nacidos valencianos del Puig, bautizado como «de Santa María» por el mismo monarca de Aragón hacía 36 años, retuvieron en su memoria aquel trascendental momento en el que la reina Violante de Aragón, flanqueada por su esposo, el rey Alfonso X el Sabio y, por su padre, Jaume I el Conqueridor, fundador del nuevo reino de Valencia, traspasaba el umbral de la portada tardorrománica y se adentraba en el corazón del santuario para ofrendar a la Virgen del Puig.

Así, aquel mes de noviembre de 1274 «Don Alonso el Sabio Rey de Castilla, yerno del Rey don Iayme el Conquistador, visitò esta santa casa con su mujer la Reyna, acompañado del Rey don Jayme su suegro, año 1269. Dexò a esta santa Imagen una Corona, de que se haze memoria en el inventario antiguo: y la Reyna su mujer un vestido a esta santa Imagen con un Caliz» (Boyl, Historia de El Puig, año 1631, p. 102). Como vemos, Boyl se equivoco en el año.

El mercedario Fr. Francisco Martínez nos descubre el solidario paradero de aquella «corona de oro grande» que ofreció el rey Alfonso X de Castilla a la Virgen, que «según consta de un Libro antiguo de Ingressos, y Professiones, del Siglo XVI. que por ser la cosa mas preciosa, y oportuna, se enagenò (con licencia del Rey) para acudir à pagar el empeño de una Redención» (Historia de la Virgen, año 1760, p. 179). Es decir, que los mercedarios, cumpliendo con su misión redentora, utilizaron la ofrenda castellana para redimir cautivos.

Del mismo modo, las fiestas de la Virgen deben irradiar valores solidarios, porque las grandes efemérides festivas sirven para unir a los ciudadanos en aquello que les da sentido y les proyecta, su patrimonio histórico-cultural, y en aquello que les impulsa socialmente, los valores de solidaridad y humanidad que surgen del mensaje de la Mare de Déu del Puig i del seu Fill, y que pueden redimir a los valencianos de los antivalores del consumismo fácil y demagógico que ha creado una crisis que consiste en gastar sin límites y sin distinguir prioridades sociales.

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