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«Las trincheras serían buenas, pero no teníamos armas»

El brigadista Josep Almudéver visita por primera vez las trincheras y el refugio republicano de El Puig

El brigadista con Badenes, junto a un elemento defensivo del Puig. M. A. Montesinos

Tiene 97 años, pero la cabeza le funciona como un reloj. Es un pozo de sabiduría y de recuerdos de la guerra civil. Prueba de ello es que, ayer, durante su visita a las trincheras y refugios que el bando republicano construyó en el entorno del Castillo del Puig no paró de recordar pasajes de aquel conflicto bélico que vivió en sus carnes, primero en el frente de Teruel y después en un asentamiento con las brigadas internacionales, en Silla.

Almudéver, con su inseparable bandera republicana en el bolsillo de su chaqueta, fue escuchando atentamente las explicaciones que le daba del lugar Julio Badenes, crónista oficial del Puig. Pese a su edad, nunca había visitado la zona, aunque estuvo una docena de veces en Campo Aníbal, a poca distancia de allí, con un camión para recoger alimentos y llevarlos hasta Silla para repartirlos entre la población.

Las trincheras estaban en un punto estratégico privilegiado. Permitían controlar el acceso a Valencia desde el norte, con la carretera N-340 y la vía férrea, a vista de pájaro. «Esto ya lo utilizó primero el Cid y después Jaume I», explicó Badenes. «Yo no estuve nunca en un refugio pero estas trincheras serían buenas para la guerra pero no teníamos armas», se lamentaba el brigadista, recientemente distinguido por la Generalitat el 9 d'Octubre. Lo cierto es que ni las trincheras ni el refugio llegó a ser utilizado ya que el bando franquista entró en Valencia con el conflicto bélico concluido.

Almudéver entra en el primero de los refugios. Es un recoveco muy estrecho. Con la ayuda de una linterna observa el interior. A la salida se fija en los habitáculos para colocar las balas y las ametralladoras. Allí Badenes le muestra una caja metálica que le dio su padre de las que usaban para guardar las balas. Enseguida Almudéver narra una escena de la guerra relacionada con un teniente que le ordenó cambiar una ametralladora en la trinchera.

«Aquello no fue una guerra civil»

Avanza hasta el segundo refugio. La edad no le perdona y le afecta el cansancio. «Tengo las rodillas muy afectadas. Estuve en una trinchera muy bajita con agua y pasé muchas horas arrodillado. Al día siguiente rabiaba de dolor», recuerda el brigadista. En un momento del camino empinado, sentencia: «Aquello no fue una guerra civil. Los del otro bando eran todos extranjeros».

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