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Guerra Civil

La residencia femenina que huyó de la guerra

L´Hort de les Palmes de Picanya albergó más de dos años la academia estudiantil de Madrid - Un trabajo indaga en la figura de las profesoras

La residencia femenina que huyó de la guerra

La rebelión de las tropas franquistas en julio de 1936 y el consiguiente estallido del conflicto bélico civil obligó al entonces Gobierno republicano a abandonar la capital e instalarse en València. No fue el único. Otro tipo de instituciones, como las educativas, huyeron de Madrid y buscaron otros destinos alejados de la guerra.

Los investigadores Wilson Ferrús y Olaya Ramírez han elaborado un complejo trabajo sobre lo que fue el Grupo Femenino de la Residencia de Estudiantes de Madrid y su traslado a la huerta valenciana. El estudio lo publicará la revista «Educación e Historia», que edita la Societat d´Història de la Educació dels Països de la Llengua Catalana y la Universitat de les Illes Balears.

La Residencia de Estudiantes se fundó en 1915 en la calle Fortaleny de Madrid. Por sus instalaciones pasaron genios de la categoría de Buñuel o Dalí. La sección femenina se llamaba Residencia de Señoritas aunque años más tarde mutó su denominación a Grupo Femenino. La primera directora de aquella escuela de chicas fue María de Maeztu. La investigación de Ferrús y Ramírez les ha permitido localizar documentación sobre el funcionamiento, la organización, los objetivos, el régimen económico, las estudiantes que se alojaron, el personal auxiliar que trabajó o las profesoras que participaron.

El estallido de la guerra deja la residencia madrileña prácticamente vacía y cesa su actividad ante el peligro de que los edificios sean ocupados o destruidos por los bombardeos. Es en enero de 1937 cuando deciden su traslado a València, concretamente a l´Hort de les Palmes, en el término de Picanya, «pese a que la documentación oficial y a nivel administrativo se la sitúa en Paiporta», apuntan los dos investigadores, que agregan que «podría ser porque su proximidad con el casco urbano, tal vez, llevó a que fuera gestionado por el Comité de Defensa Local de Paiporta». Allí se mantuvo activa hasta la conclusión de la guerra.

En este sentido, ambos investigadores señalan que la información y las referencias de la última etapa de la residencia son «casi inexistentes». Pese a ello, su objetivo ha sido «profundizar en esta experiencia de renovación e innovación pedagógica que el gobierno republicano del Frente Popular puso en marcha durante la guerra con la intención de favorecer y potenciar la extensión cultural y la educación popular».

«En el trabajo damos a conocer los principios, los objetivos, la organización, los valores que se fomentaron y las relaciones profesionales y humanas que se establecieron, las actividades, el trabajo que allí se llevó a cabo, las destinatarias..., y como no, las maestras que trajeron adelante este proyecto de popularización y socialización de la cultura y la educación, rescatándolas del olvido, y por lo tanto, del ostracismo más injusto al cual fueran después condenadas», explican Ferrús y Ramírez.

Oportunidad para la clase obrera

A su vez, la llegada de la residencia femenina a Picanya abre la puerta a que la clase trabajadora humilde y con menos posibilidades económicas tenga la opción de estudiar a través de becas. «Así, constatamos en el estudio la ruptura del elitismo tradicional que desde bien pronto había caracterizado la Residencia de Estudiantes», sostienen. Sus investigaciones también les han llevado a la conclusión de que esa organización estudiantil era un complemento obligado del sistema de enseñanza dentro de la política educativa del ejecutivo republicano.

En este sentido, otra investigación de Cristina Escrivà sobre la residencia, encargada por el Ayuntamiento de Paiporta, detalla que en total había unas treinta jóvenes, algunas procedentes del exilio y otras que se fueron incorporando desde poblaciones valencianas. Según Escrivà, se escogió l´Hort de les Palmes al estar en medio de la naturaleza, donde las mujeres, de entre 15 y 18 años, además de estudiar, realizaban excursiones, practicaban la educación física o cultivaban su huerto.

Al frente del comité directivo de aquella Residencia durante su paso por la huerta valenciana, hubo significativas mujeres como Regina Lago, que dirigió el traslado desde de Madrid, Encarnación Fuyola Miret, Teresa Andrés Zamora, Ernestina González Rodríguez, Esperanza González Ramos, Aurora Arnáiz Amigo, María Luisa Álvarez, Pilar Coll, Laura Busca Otaegui, Marí de Pilar de Bulnes, Martínez Alegría, Mercedes Maestre Martí, María Moliner Ruiz y María Luisa Abad.

El trabajo de Ferrús y Ramírez indaga, precisamente, en el papel y las vidas de las profesoras y trabajadoras, ligadas a la Junta de Ampliación de Estudios, que se hicieron cargo de aquellas estudiantes, con la idea «de sacarlas del olvido y la desmemoria más injusta en la que cayeron tras el fin de la guerra y la llegada del silencio y la represión», indican.

Exilio y represión

Así, recuerdan que Pilar Coll sufrirá el exilio y rehará su vida en México; Adelaida López, profesora también de la Instituto-Escuela de Valencia, no volverá a ejercer hasta los años setenta, mientras que Aurora García, quien participara en el famoso Crucero Universitario de 1933, ya no reingresaría como docente hasta el año 1966. También apuntan que Alicia Montejo, que también llegó a ejercer en el Instituto-Escuela de València, fue separada del cuerpo hasta el año 1954. Otras corrieron peor suerte, como Aurora Burgueño, que tuvo que enfrentarse al Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo.

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