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Españoles de 1.ª y de 2.ª

basta dar un vistazo a las estadísticas de financiación estatal de las comunidades autónomas para constatar, un año más, las tremendas e injustas diferencias a las que estamos sometidos los valencianos, que somos, por enésima vez, los peor financiados por habitante.

Esa gran diferencia de trato imposibilita tener una sanidad, educación y servicios sociales al mismo nivel que el resto, ya que estas partidas son las que consumen la mayor parte del presupuesto.

Entendemos que debe haber un pequeño factor corrector que beneficie a las CCAA con menor renta per cápita y a aquellas con mayor población diseminada, entre otros factores también a tener en cuenta, pero eso no justifica ese tremendo escalón de desigualdad al que estamos sometidos sistemáticamente los valencianos, gobierne en Madrid quién nos gobierne.

Tras el reciente apoyo del PNV a los presupuestos generales esta brecha se incrementa para 2017, con 4.170 euros por habitante para el País Vasco frente a 1.824 por cada valenciano, bastante menos de la mitad, ahondando en la herida que ya desde hace muchos años se nos vuelve a provocar.

Si hablamos de Infraestructuras, clama al cielo la casi nula inversión en nuestra tierra, que lastra nuestra competitividad. Al poco interés por ejecutar el Corredor Mediterráneo, hay que unir la falta de presupuesto para desarrollar el transporte metropolitano, mientras se apoya al de ciudades con muchos menos habitantes, como el caso de Málaga.

Sólo en el Área Metropolitana de Valencia tenemos proyectos pendientes de gran trascendencia para una zona en la que viven más de millón y medio de habitantes: financiación para la línea de tranvía a medio hacer, el túnel pasante, el tercer carril de entrada a Valencia desde Alboraia, la ampliación de la V-30, la de la N-220 en el entorno del aeropuerto de Manises y 2ª fase de Fuente del Jarro? y un largo etcétera para el resto de nuestra Comunitat, que haría la lista interminable.

Sólo pedimos un poco de ecuanimidad, una nueva financiación justa y razonable, que se pueda explicar a todos los españoles y no sometida al chantaje de ningún partido nacionalista, cuando los votos de éstos resulten imprescindibles en el Parlamento.

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