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La tarjeta que trae los alimentos

Unas 500 familias de l´Horta dependen de este sistema que tienen implantado cuatro ayuntamientos para comer cada día y adquirir productos en el supermercado - En Paterna, el gobierno del PSOE-Compromís sustituyó con este método el comedor social del PP

La tarjeta que trae los alimentos

Cuatro municipios de l´Horta han implantado en los últimos años un sistema de ayuda alimentaria basado el tarjetas o bonos canjeables en un supermercado que ya llega a 500 familias. Picassent o Albal fueron pioneros mientras que Silla ha sido el último pueblo que lo ha impulsado.

En Paterna, una de las primeras decisiones que tomó el Govern del Batà -el que se formó cuando en octubre de 2016 Compromís entró a formar parte junto al PSOE del ejecutivo municipal- fue suprimir a partir del 1 de enero de 2017 el comedor social gestionado por Casa Caridad que cada día ofrecía 115 menús a personas necesitadas. Para sustituir este servicio «caritativo», como lo definía Compromís, el ayuntamiento anunció una «tarjeta solidaria» para las familias que indicaran los técnicos de Servicios Sociales, con la que podrían comprar alimentos y productos de primera necesidad en Consum.

Fue una decisión polémica, que contó con el rechazo especialmente del PP en la oposición. Incluso en el pleno varios de los usuarios del comedor social se enfrentaron al teniente de alcalde Juanma Ramón, al considerar que quedaban «desamparados» y que podían perder otras ayudas sociales.

Pero Ramón sigue defiendo su apuesta con p0r razones conceptuales y numéricas. El concejal de Bienestar Social compara los 115 usuarios diarios del servicio anterior (además de una treintena de bocadillos para familias de La Coma) con las 400 familias que reciben 100, 150 y 200 euros mensuales (según la cantidad de miembros) para comprar no solo comida sino también productos de higiene. También destaca el «esfuerzo presupuestario» al pasar de un gasto de 120.000 euros para el comedor social, a los 300.000 euros (ampliables) para la tarjeta solidaria.

Sobre el concepto, Ramón compara el modelo «caritativo y asistencialista» del comedor social, que obligaba a sus usuarios a «retratarse» como personas pobres cuando acudían al edificio en el que se ofrecían las comidas, con la «autonomía, desestigmación y normalización de hábitos de consumo» que supone poder ir al supermercado como un cliente más y adquirir productos conforme a sus necesidades.

Uno de los primeros efectos del cambio de modelo ha sido el de poder ampliar el perfil de los beneficiarios. Según fuentes de los servicios sociales de Paterna, el comedor era usado casi exclusivamente por personas en situación de pobreza estructural, mientras que familias en situación de exclusión social sobrevenida (matrimonios con una hipoteca y donde uno o ambos miembros se han quedado sin trabajo) «rechazaba el servicio, aunque le hiciese falta, por una cuestión de dignidad». «La tarjeta solidaria permite resguardar la intimidad y mantener hábitos relacionales», subrayan las mismas fuentes.

Así pues, aunque la «esencia» de los usuarios es ese grupo de personas con necesidades estructurales, ahora se ayuda también a grupos con una situación de exclusión menos evidente, esa «población flotante cuya situación social va cambiando», como la define una de las técnicas municipales.

Además, la tarjeta ha evidenciado la «feminización» de la pobreza. Es decir, mujeres con muchas cargas familiares (padres, hijos o ambos grupos o con parejas conflictivas. «Estas mujeres podían ir al comedor social y que le dieran a sus hijos leche en polvo, o pañales en el caso de que alguien hubiese hecho una donación -relataba ayer una funcionaria-. Pero con la tarjeta pueden comprar ellas la leche también los pañales».

Otro de los objetivos es cubrir una necesidad básica para impulsar la mejora social de sus usuarios. O, en palabras de Ramón: «hemos encontrado a gente que no acudía al comedor social, o no lo hacía siempre, y cuyo preocupación era tener algo de comida que ponerles a sus hijos en la mesa. Ahora, una vez cubierta esa necesidad, ya tiene otras preocupaciones como formarse o encontrar un trabajo».

Además de contar con el informe de Servicios Sociales, los beneficiarios de la tarjeta han de cumplir una serie de requisitos como la prohibición de usar la ayuda económica para comprar alcohol o productos que no sean de primera necesidad. «Si se detecta un mal uso, se retira la tarjeta. De momento, no hemos tenido que hacerlo», explican. Pero, además, los usuarios se comprometen a asistir a las charlas como las que tendrán lugar los 18 y 25 de mayo en La Coma sobre alimentación saludable. Y es que, según apunta Ramón, el programa ha permitido conocer los habitos de consumo de los usuarios y confirmar que algunos no son muy saludables: «mucha tendencia a lo fácil, a lo precocinado, a los procesados y poco producto fresco -apunta una de las trabajadoras municipales-. Hay que convencer a la gente, y no solo a los usuarios de la tarjeta sino a toda la población, que hacer un puchero no solo es más saludable sino también más económico, que hay que tomar más frutas y verduras y menos sal, grasas o aceite de palma».

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