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Reportaje

Pioneras de un fugaz fútbol femenino

Disputaban los partidos entre piedras y olivos y los terraplenes hacían las veces de gradas - «Los hombres venían a vernos las piernas»

No tenían la calidad de Sol, Claramunt, Abelardo, Roberto Gil o Valdez, pero Amparo, Carmen, Balbina, Rosa, Maruja y Amparo tenían la misma ilusión por jugar cada domingo que aquellos futbolistas del Valencia que levantaron la Liga del 71. No jugaban en Mestalla, el Bernabéu o Sarrià sino en un campo con piedras, oliveras y terraplenes que hacían la función de gradas, pero lleno a reventar de hombres cada fin de semana de partido. Son las protagonistas del fugaz paso del fútbol femenino por Godella. Apenas fueron dos años, entre 1969 y 1971, en los que un grupo de chicas disfrutaron pegando patadas a un balón, en una época restrictiva y marcada por el acento masculino.

En aquel equipo que dirigía Antonio Oliveros nadie acaba de recordar con exactitud cómo nació el Atlético Godella femenino. El Taller de Historia Local, de la mano de de Fernando Gálvez, ha hecho una pequeña aproximación publicada en la revista Cantals, dentro de una investigación que espera culminar con un libro en unos meses. Según explica el entrenador, «había un par de personas a las que les gustaba mucho el fútbol -los empresarios Collado y Durà- y se les ocurrió patrocinar un equipo y organizaban amistosos con equipos de los alrededores». El entusiasmo e ilusión de las jóvenes se truncó en solo dos años después de comenzar. «Apenas había equipos y se dejó de jugar», apunta. La idea de que se hiciera cargo del conjunto de féminas fue de Agustín Francés 'Agustinet', ya que Oliveros formaba parte del equipo masculino que se proclamó campeón juvenil.

Pese a empezar de cero, trataron de meter a las chicas en las dinámicas de un equipo de fútbol, con entrenamientos martes y jueves por la tarde, incluso con clases teóricas en las pizarras de una de las aulas del colegio Cervantes. El campo estaba frente al centro escolar, en lo que ahora es el polideportivo. «Salíamos con recelo del taller de confección donde trabajábamos -el Duen Pobe situado en el bajo de la calle Sant Bertomeu- para venir a entrenar y luego jugar los partidos», recuerda Maruja Saez, una de aquella jóvenes jugadoras.

Los encuentros se disputaban principalmente los domingos por la mañana, con árbitro federado incluido. «No había gradas sino olivos pero estaba lleno, sobre todo de hombres, que veían a vernos las piernas», recuerda con sorna, Rosa Zamorano, una defensa leñera. «Yo solo daba patadas, era muy mala jugando pero siempre que podía empujaba o pegaba una patada y luego el entrenador me reñía», comenta, ante la mirada del técnico, presente en la charla con este diario. «La verdad, es que teníamos mucha ilusión. Cuando nos trajeron las camisetas en las cajas fue un acontecimiento y nosotras en el taller hicimos los pantalones», relata.

Las contrincantes eran equipos de chicas de Burjassot, Alboraia o Moncada. «Recuerdo las duchas de Alboraia, que eran muy grandes y las clases tácticas en el Cervantes, pero luego no le hacíamos caso al entrenador. Era pitar el árbitro y menos Balbina y la portera, íbamos todas detrás de la pelota», apunta Amparo Benlloch, que resalta el atrevimiento de formar el conjunto femenino: «Piensa lo difícil que era que entonces la chicas jugaran al fútbol en un mundo de hombres».

Balbina, la 'Messi' del Godella

Pero sin duda, en aquel equipo todos y todas recuerdan a Balbina, la delantera. «Jugaba mejor que muchos chicos», asegura Oliveros. «En un partido marqué nueve goles. No recuerdo si ganamos pero sí los nueve goles», narra. Y es que Mari Tebar, Balbina, llevaba el fútbol en la sangre casi antes de nacer. «Mi familia se encargaba del mantenimiento del campo del Godella. Mi madre lavaba la ropa, mis hermanos pintaban las rayas... y yo de bien pequeña ya estaba por allí. Me gustaba mucho el fútbol y fue una tremenda ilusión poder jugar. En aquella época no podías jugar con chicos y formar el equipo fue fantástico. Lástima que durara tan poco. Fue flor de un día», cuenta con pesar.

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