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Negocio centenario

Cuatro generaciones de bocadillos y café

El bar Central de Godella cumple cien años, regentado por la misma familia desde 1917 - «Trabajo y estar unidos» es el secreto para mantener el negocio

Viernes, diez de la mañana y el local es un hervidero. Los clientes se agolpan en la barra mirando qué viandas hay detrás de las vitrinas para elegir el bocadillo, mientras los camareros van arriba y abajo con «vi i llimonà» y platos de «cacau» para servir a los clientes ya sentados. Es la escena diaria del almuerzo. La misma que se ha rodado en el Bar Central de Godella durante el último siglo, desde que abriera sus puertas allá por el 1917.

Que un bar sobreviva cien años en la jungla hostelera es de nota, pero que lo regente la misma familia durante cuatro generaciones es de diploma de honor. ¿Y cuál es el secreto? «Trabajar mucho y estar todos unidos», comenta Encarnita Palanca, nieta de los fundadores del Bar Central.

Según cuenta Fernando Gálvez en el séptimo volumen de Quaderns, editado por el Taller d´Història Local de Godella, el centenario establecimiento abrió un 29 de junio de 1917. Lo hicieron Antonio Sebastián y Encarnación Capilla, naturales de Andilla y Bejís. El hombre ya trabajaba a los 14 años en el café España, en València. En aquella época, el Central, que podría deber su nombre al punto estratégico que ocupaba (hoy plaça Comunitat Valenciana) en el pueblo, pegado a la línea del trenet, compartía con el Centre Cultural Casino Mes-Antic, el «monopolio» de bares en Godella. Por allí pasaban vecinos a probar los helados y el afamado café y a disfrutar de los varietés a finales de los cincuenta. También era el punto de encuentro del Godella CF, con las alineaciones escritas en una de las paredes, mientras el Tio Pepet, del horno del mismo nombre en el carrer Ample, repartía por las mesas «cacau» recién tostado.

El Central, según la investigación de Gálvez, tuvo el honor de tener la primera televisión de Godella, y el segundo teléfono, tras instalarse uno en el ayuntamiento.

Además, de los almuerzos típicos, el Bar Central acogía los banquetes de los enlaces. De hecho, acondicionó en la parte superior un salón para las celebraciones. El menú: papas y aceitunas, dos frivolidades saladas, una empanadilla de hojaldre de pisto, y dos bocadillos: uno redondo de chorizo y queso, y uno alargado de jamón.

Cuando Antonio y Encarnación fallecieron en 1965 y 1969, respectivamente, su hija Catalina -la única de cinco hermanos que sobrevivió más allás de los 18 años- ya se ocupaba del bar, junto a su marido Salvador. La inercia mantenía en el Central, la misma dinámica que décadas atrás: café, helados, ya no se hacían a mano sino con una máquina italiana, almuerzos de bocadillos de tortillas variadas y algún convite nupcial que otro. Incluso el artista Rafael Conde, «El Titi», o el actor Rafael Rivelles visitaron el local.

Y así hasta día de hoy. Encarnita y Amparo, nietas de los fundadores, abren a las seis de la mañana, ya sea verano o invierno, y sus hijos, la cuarta generación familiar en el Central, ya están al pie del cañón sirviendo almuerzos y haciendo cafés cien años después. Y los que quedan. «Hemos tenido ofertas para traspasar el local, pero siempre hemos dicho que no», confiesa Encarnita.

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