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Un contenedor de 700 años de historia

El Museu de la Ceràmica de Manises celebra su cincuenta aniversario con un fondo de alrededor de 6.000 piezas

Un contenedor de 700 años de historia

El Museu de la Cerèmica de Manises está de aniversario. Medio siglo contempla al edificio de la calle Sagrari, en pleno casco histórico. El inmueble, de 1.400 metros distribuidos en seis plantas, acoge piezas que repasan siete siglos de prolífica producción cerámica, que colocaron al municipio de l´Horta en el mapa del arte europeo.

Mucho ha llovido desde que José Casanova Dalfó y Pilar Sanchis Causa decidieran donar al ayuntamiento una vieja casona. El legado incluía muebles, pinturas y algunas piezas cerámicas. Ambos eran de buena familia. Él, médico y muy influyente en València. Ella, también. De hecho, el inmueble era una herencia.

El museo como tal nace en 1967. Lo impulsa el entonces concejal Vicent Ferris. La iniciativa arranca muy lentamente. El recinto apenas albergaba las piezas legadas por Casanova y Sanchis, y las que cedieron algunos vecinos, ya fuera en depósito o prestándolas. José Royo y Enrique San Isidro son los que voluntariamente se encargan del museo en los primero años. Su relevancia, lo convirtió en punto neurálgico de encuentros políticos y culturales.

Con la llegada de la democracia, el ayuntamiento dirigido por los socialistas coloca al frente del museo a Josep Pérez Camps. Bajo su dirección durante varias décadas, el recinto sufre una profunda transformación hasta su realidad actual. En 1989 se inaugura la remodelación del edificio. Se perfecciona el planeamiento museológico, para exponer el valioso fondo que posee el recinto.

Actualmente, según su directora Sara Blanes, el museo solo expone un 20% de las 6.000 piezas que posee. El fondo está formado exclusivamente por elementos producidos en Manises. El recorrido museístico permite ir contemplando la evolución de las piezas a lo largo de 700 años de producción. Desde los inicios en el siglo XIV, con la cerámica gótico-mudéjar decorada en azul y reflejo metálico, pasando por la era del gremio que frenó la producción por afán proteccionista, hasta el auge a nivel nacional y europeo del siglo XIX con fina cerámica y la industrialización con autores como Francisco Lahuerta, Leopoldo Mora o José María Verdejo.

Así, todos los elementos entre los siglos XIV al XVII se han obtenido de las excavaciones realizadas en el municipio. La actual Manises está asentada sobre la vieja villa. «Cada vez que se hace una obra hay que elaborar la pertinente excavación arqueológica, que puede dar con alguna pieza de gran valor», comenta.

En cambio, las piezas catalogadas a partir del siglo XVIII, provienen de compras o donaciones de particulares o en la modalidad de depósito. «Tratamos de mostrar la evolución de la producción de forma cronológica», apunta la directora del Museo. Durante el recorrido, se pueden apreciar las piezas elaboradas con las diferentes técnicas empleadas por artistas de renombre: el policromado, las pastas, el reflejo metálico, el azul característico manisero o el tubat, que daría un buen puñado de carteles publicitarios, muchos de ellos obra de Francisco Lahuerta. Precisamente estas obras viajarán a finales de año hasta Barcelona para una exposición.

La directora resalta entre las miles de piezas, un legado de obras de entre los siglos 14 a 17 que han sido restauradas, azulejería del siglo 16, piezas salidas de la mente de Francisco Romero Lerma, la cesión contemporánea de 19 obras de Arcadi Blasco, obras de Alfonso Blat de principios de XX o las donaciones de plantillas para decoración de Alfonso Pastor. Durante el breve paseo por la estancia, Blanes se detiene ante un azulejo. «Es la joya de la corona», admite. Se trata de «El trovador y su dama». Una pieza singular de la cerámica del bajo medieval de Manises (entre 1460 y 1470), elaborada con pasta calcárea, pintado con óxido de cobalto y serigrafiado a mano alzada bajo una cubierta estannífera. La obra, de 16x16 cms, fue hallada en 2008 en una excavación en un solar de la calle Sant Vicent, y restaurada en el museo.

«El objetivo es que la gente que no conoce la cultura de la cerámica sepa qué es. Qué se ha producido aquí y para que sirven todas estas

cosas, muchas de las cuales la gente no sabe para qué sirven», indica Blanes. En este sentido, pone el ejemplo de la escuradeta -elementos propios de la cocina en miniatura que servían de juguetes para niños y niñas-o los filtros y sianis -una pieza que tenía como utilidad ir filtrando el agua entre piedras con diferentes usos en función de la dolencia (renal, de hígados etc) que padecía su propietario. «Cada dos años, decidimos realizar una exposición de piezas de una determinada rama para ensalzarlas. Las obras las entregan los propios vecinos y nosotros las restauramos y las ponemos en valor en un catálogo», explica la directora. «En definitiva, se trata de recuperar, conservar y divulgar», puntualiza.

También la Bienal tiene su espacio en el Museo. Las dos últimas ganadores exponen sus producciones en una de las salas. El certamen empezó a nivel nacional y ahora ya ha ganado cariz internacional. «Son más de 40 años de concurso. Recibimos más de 300 solicitudes. De los 45 escogidos entregamos cuatro premios que pasan a formar parte del museo», dice Blanes. La directora espera que la ampliación del museo, prevista con una casa contigua adquirida por el ayuntamiento, permita su expansión y mayor movilidad. «Las piezas del siglo XXI no las tenemos expuestas por falta de espacio. Para mostrarlo todo con detalle, debes contextualizarlo, y actualmente tenemos más piezas a la vista de las que el ojo y la memoria es capaz de retener. Deberíamos tener unos almacenes dignos para poder tener todas las piezas centralizadas, y disponer de salas específicas para realizar exposiciones temáticas», enfatiza Blanes.

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