La inquietud por mejorar el mundo es un objetivo compartido por aquellos que deciden crear una empresa que maximice el beneficio social y no el económico. Habitualmente se trata de ideas difíciles de materializar porque nacen con un presupuesto bajo y suelen compatibilizarse con una actividad que aporte unos ingresos mínimos. Este es el ámbito de actuación de Socialnest, una incubadora de empresas que ofrece apoyo y formación a emprendedores sociales para que sus proyectos sean viables.

Se trata de una iniciativa valenciana que surgió en 2010 de la mano de Margarita Albors, que mientras estudiaba en Estados Unidos decidió que volvería a Valencia, su ciudad natal, para ayudar a las personas que no habían tenido sus mismas oportunidades. Han pasado tres años desde entonces y Socialnest ya ha asistido a quince proyectos sociales con un programa de formación de 500 horas que ofrece las herramientas para hacer sostenible una empresa social. «Tenemos cincuenta expertos voluntarios y colaboramos con el ESIC, escuela de marketing y negocios, para impartir lecciones sobre marketing, comunicación, modelos de negocio etc. y que los emprendedores no se sientan tan solos en la aventura de empezar algo nuevo», asegura María Muñoz, portavoz de Socialnest. Durante nueve meses , además de las clases online y presenciales, se asigna a cada proyecto un tutor y tres mentores y se difunde su idea con la finalidad de buscarles financiación.

Este planteamiento de asociación o empresa cuyo trabajo principal es ayudar a otras compañías recibe el nombre de incubadora. Solo en Valencia ciudad hay 376 incubadoras de empresas en activo, según El Economista, pero Muñoz afirma que Socialnest es la única que ofrece un servicio de calidad y exclusivo para proyectos sociales. «A nivel internacional existe Asoca, la incubadora de referencia, pero en España no existía nada parecido».

Según describe, la diferencia con las de ámbito general es que ellos mismos son una empresa social: «eso se nota en cosas como el precio del programa que está valorado en 25.000 euros pero lo ofrecemos por un precio simbólico de 200 euros de base y 60 mensuales por miembro del equipo». Sólo cuando la empresa empieza a dar beneficios revierte un porcentaje a esta incubadora para permitir su autofinanciación. «Las empresas sociales como la nuestra han de ser viables y sostenibles, la diferencia con una empresa tradicional no es que no necesitemos unos ingresos económicos, debe haber un plan de negocio, pero lo importante es el impacto social» , aclara Muñoz.

Ya han celebrado dos ediciones del programa de incubación y está en marcha la tercera convocatoria, que cerró ayer el plazo para recibir proyectos con más de 30 propuestas. Margarita Albares, presidenta de Socialnest, alega que «cada vez se reciben más propuestas porque la sociedad se encuentra más volcada con las necesidades reales de la ciudadanía». En diciembre se comunicará cuáles son los proyectos seleccionados, pero aún no se sabe de cuántos se trata puesto que no querían dar una cifra cerrada y «que proyectos viables se queden fuera». Los requisitos que han de cumplir son dos: demostrar que hay una idea de negocio sostenible detrás y que su finalidad es cubrir una necesidad social o medioambiental. «Sobre todo ideas que convertidas en empresas hagan un mundo mejor», dice Muñoz.