En ocasiones, para encontrar trabajo no es necesario terminar los estudios, sino empezarlos. En la Universidad Politécnica de Valencia (UPV), estudiantes de posgrado mejoran los productos de la multinacional BSH (B0sch and Siemens) Electrodomésticos España. Su equipo, desde un laboratorio en el que se controla incluso la velocidad del aire, guarda celosamente los avances de sus investigaciones.

La Ciudad Politécnica de la Innovación se estrenó estudiando las secadoras de la empresa alemana, y hace tres años le confió su mayor estandarte: la nevera. Desde entonces, los investigadores se afanan a mejorar las prestaciones, optimizar su diseño y estudiar nuevas alternativas. En esta línea se enmarca el actual proyecto de la universidad valenciana: mejorar el producto «A+++», es decir, un frigorífico que ya garantiza la máxima eficiencia energética. «Yo intento que para el estudiante sea una forma de aprender pero con un proyecto real», dice el profesor asociado Santiago Martínez.

Para el desarrollo de este proyecto, que comenzó a principios de año, los investigadores del Instituto de Ingeniería Energética han construido unas cámaras climáticas desde las que realizan todo tipo de ensayos y experimentos. Cada mañana, Jordi analiza la temperatura e intensidad de voltaje que consumo. «Trabajar en refrigeración es lo que más me gusta», cuenta el estudiante.

Se trabaja con el mismo sistema que utiliza un aparato de aire acondicionado, una secadora o la cámara frigorífica de un supermercado: en el interior se encuentra el «refrigerante», material que pasa intermitentemente del estado líquido al gaseoso. De esta forma, el «condensador» transforma el cambio de fase en calor y lo expulsa por la parte trasera, bajando la presión y la temperatura de la máquina. Además, el laboratorio debe de estar a 25 º C durante todo el año y la gestión electrónica de la nevera se controla en vacío. En este caso, los alimentos los simulan paquetes de agua.

Los objetivos de los estudiantes varían cada año según las necesidades de la compañía: reducir el consumo energético, mejorar la eficiencia y bajar costes o con el mismo precio aumentarla. «Controlamos toda la gestión electrónica de la nevera, es una formación muy específica», afirma Martínez. Además, ofrecen también formación a los investigadores en nuevas técnicas de refrigeración y en la simulación de circuitos frigoríficos.

Los equipos de investigación están formados por unas cuatro personas, trabajando «codo con codo» profesores y alumnos. Este curso, la plantilla está compuesta por el propio Santiago y tres investigadores. El profesor confiesa que los estudiantes «al principio van más cogidos de la mano, poco a poco son más autónomos y al final tienen ideas que no se me habrían ocurrido».

Cada semana, el equipo se reúne para compartir los avances de las investigaciones y preparar la revisión quincenal con BSH España. En sus reuniones, el equipo de ingenieros muestra a su empresa los análisis del frigorífico con su configuración original y cómo afectarían los cambios ideados por los universitarios. «Por ejemplo, la incidencia de la cantidad de refrigerante utilizado; qué ocurre si se modifica las dimensiones de uno u otro componente. Desde nuestro Instituto lo que hacemos es plantear diferentes estrategias a partir de los resultados que obtenemos. Y es que un buen diseño puede llegar a reducir significativamente el coste», apunta el profesor.