Alrededor de 270.000 colonos residen en asentamientos en Cisjordania, a los que se suman 190.000 en Jerusalén Oriental, según datos de la organización "Paz Ahora".

Se trata de una población que representa menos del cuatro por ciento de los siete millones de israelíes, pero goza de un importante peso político, hasta el punto de condicionar cualquier proceso negociador con los palestinos.

La ciudadanía israelí acude el martes a las urnas en medio de las promesas de la clase política de asegurar una coalición estable, que según los pronósticos, será derechista.

Dos pequeños partidos defienden los intereses de los colonos en el campo del sionismo nacionalista o religioso, a los que se suman opciones con más posibilidades, como la formación de extrema derecha "Israel es Nuestro Hogar", de Avigdor Lieberman, o el conservador Likud, de Benjamín Netanyahu.

Este electorado suele depositar un voto tradicionalmente ideológico, en línea con programas que legitimen "el derecho del pueblo judío a residir en la bíblica Tierra de Israel", o se oponga al "establecimiento de otro estado al oeste del río Jordán".

Pero en estos comicios los colonos judíos se debaten entre respaldar a las formaciones nacionalistas, que no suelen formar parte de ningún gobierno en Israel, o decantarse por garantizar una coalición opuesta a una eventual evacuación de asentamientos.

"Es importante que se consolide una coalición de derecha fuerte porque así tendremos más peso para hacer frente a las presiones de EEUU", opina Danny Spielman, residente del asentamiento de Cojav Hashajar, en el sur de Cisjordania.

Guía turístico de profesión, este colono tiene sus ojos puestos en el Ejecutivo que salga de las urnas y espera que "cambie la situación y recuperemos los permisos de construcción en base al crecimiento natural de la población".

Se refiere a las licencias para expandir los asentamientos, cuya concesión endureció el actual gobierno israelí liderado por Kadima, que precisamente llegó al poder en 2006 con la promesa de evacuar buena parte de Cisjordania de forma unilateral.

Muchas colonias preservan los nombres bíblicos de aquellos lugares que un día fueron habitados por israelitas y donde hoy abundan las banderas de Israel, los columpios para niños, residentes pertrechados con armas y casas en obras, pese a la falta de permisos oficiales.

Judy Lowy, residente en el asentamiento de Tekoa, donde viven 2.000 personas, aún no sabe por quién votará y asegura que "Israel libra una guerra por su supervivencia, pues los árabes quieren que desaparezca del mapa".

En el portón de entrada a la colonia, dan la bienvenida al visitante carteles en hebreo y ruso con el eslogan de campaña de "Israel es Nuestro Hogar" y que rezan "Sin lealtad no hay ciudadanía", alusión al test de fidelidad que esta formación propone hacer a los árabes israelíes.

En su coqueto chalet de tejado rojo, esta abuela oriunda del Reino Unido y que reside en Tekoa desde finales de los años 70 cree que "el concepto de paz por territorios es una completa falacia", aunque reconoce que "desde los Acuerdos de Oslo sabemos que algún día nos sacarán de aquí".

En los siete años que duró ese proceso (1993-2000) el número de colonos aumentó en más del 50 por ciento y desde entonces el ritmo de crecimiento de los asentamientos ha permanecido imparable, con la connivencia de las autoridades.

David Wilder, portavoz de la comunidad judía en Hebrón, espera que la mayoría de los 800 colonos que viven en la ciudad, así como los 6.500 del vecino enclave de Kiriat Arbá, dé su voto a los dos partidos religiosos nacionales o al ultraderechista de Lieberman.

Por el contrario, recuerda que Netanyahu firmó en 1996 los "Acuerdos de Hebrón", que otorgaron el control del 80 por ciento de la ciudad a los palestinos cuando era primer ministro.

Otros, como Noam Arnon, no rechazan quedar "bajo régimen palestino", siempre y cuando continúe la presencia judía en la "Ciudad de los Patriarcas".