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Un año después de que las bombas israelíes cayeran sobre la Franja de Gaza, la población civil vive aislada del mundo, con las fronteras cerradas, escasez de alimentos, cortes de luz, de agua, los edificios derruidos y sin esperanza. En un espacio de 40 kilómetros de largo, por 15 de ancho convive cerca de millón y medio de habitantes, podría decirse que es la cárcel, sin techo, más grande del mundo.

Los habitantes de la paupérrima Gaza recordaron ayer el primer aniversario de la operación Plomo Fundido, la más dura ofensiva lanzada por Israel contra el asediado territorio, con una sirena de un minuto que se escuchó en numerosas ciudades y pueblos. La ofensiva, que duró 22 días, dejó 1.420 muertos y más de 5.000 heridos en el lado palestino y 13 muertos en el lado israelí.

El secretario de Naciones Unidas, Ban Ki Moon, expresó ayer su más profunda preocupación por la situación humanitaria en la Franja de Gaza, que calificó de "desesperanzadora". Asimismo, instó a Israel a poner fin al "inaceptable" bloqueo económico al que están sometidos sus habitantes. Plomo Fundido arrasó, aún más, la misérrima Franja de Gaza. Aunque Israel aseguró que sus ataques iban contra infraestructuras militares o terroristas, la aviación y la artillería arrasaron el escaso tejido industrial de Gaza. Se destruyeron escuelas, sanatorios y bloques de viviendas.

El bloqueo impide reconstruir

Como consecuencia del bloqueo israelí, al que se suma la creciente beligerancia de El Cairo -que construye un muro para frenar la única actividad económica del territorio, el contrabando-, el cemento o el hierro no pueden entrar en Gaza por lo que la reconstrucción casi no avanza.

Por otra parte, Egipto retuvo ayer en la ciudad de Al Arish a decenas de miembros de plataformas pro palestinas, entre ellos a 15 cooperantes españoles.