El fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, creó en México una orden clandestina que cuenta en la actualidad con 900 mujeres que vivien prácticamente en régimen de esclavitud. Según informó ayer el diario mexicano Milenio, mujeres sonrientes, con buenos modales, de buena presencia y escasa formación cultural y religiosa, que decidieron consagrar su vida al Regnum Christi de los Legionarios de Cristo, viven sometidas en los centros de la congregación en una esclavitud voluntaria que les impide opinar, tener amistades y cercanía con su familia. Bajo un régimen de control total se les ha utilizado por décadas para obtener recursos y vocaciones.

A cuarenta años de haberse integrado el primer grupo de consagradas, se descubrió que no están reconocidas por la Santa Sede. Incluso los visitadores apostólicos se sorprendieron al conocer de su existencia y de la rigurosa normativa con la que viven, la cual ni siquiera aceptaría la Iglesia católica en la actualidad. En estos momentos, son cerca de 900, procedentes de España, México, Estados Unidos, Francia, Italia, Alemania y Nueva Zelanda, principalmente.

Perdidas en el laberinto normativo eclesiástico, han creado una figura híbrida que fue aprovechada por su fundador, que las convirtió prácticamente en un ejército. Tan sólo para el cumpleaños de Maciel, cada 10 de marzo se les solicitaba un "regalo económico", un cheque aproximado de 250.000 dólares (unos 196.000 euros al cambio actual), cantidad que cada año se intentaba superar.

Por otra parte, el Papa firmó ayer la renuncia del obispo irlandés Joseph Duffy. La dimisión se produjo, oficialmente, por motivos de edad pero el obispo de la localidad irlandesa de Clogher, de 76 años, figuraba en la lista de los prelados acusados de pedofilia.

Cuatro dimisiones

Con ésta, son ya cuatro las dimisiones que el Pontífice ha aceptado en los últimos meses entre los obispos de Irlanda. A monseñor Duffy se le acusa de no haber denunciado hace años a un sacerdote pederasta. La prensa irlandesa informó sobre la "falta de determinación" con que Duffy había tratado un caso de pederastia ocurrido en su diócesis en 1989.