Carles Mules

?La popularidad del presidente francés, Nicolas Sarkozy, cayó este mes a su nivel más bajo desde su elección en 2007. Y lo peor es que el futuro no le es nada halagüeño, inmerso en una política de recortes del gasto público y aumento de los impuestos a raíz de la crisis financiera que vive Europa.

"La austeridad es económicamente necesaria, pero políticamente inaceptable", dijo Laurent Dubois, profesor del Instituto de Estudios Políticos de París. "Sin embargo, no tiene otra opción, ya que la deuda es demasiado pesada". El dilema que afronta el mandatario francés, que esta semana hizo tres años desde que asumió el cargo, pone de relieve el problema al que se enfrentan los políticos de la Unión Europea, cuya respuesta común a la crisis de la deuda griega ha impulsado una reducción de las promesas de bajar el déficit y la deuda pública.

Desde que Sarkozy llegó al Elíseo, las encuestas han reflejado el progresivo deterioro de su relación con los franceses hasta batir récords negativos. El último sondeo, realizado este mes por TNS Sofres, indica que el 69% de los ciudadanos desa-prueba su gestión. Tras remontar durante la presidencia europea, cuando le tocó lidiar con el crac financiero en el segundo semestre de 2008, los problemas no han dejado de acumularse: malestar social por la crisis, reformas impopulares, el fiasco del debate sobre la identidad nacional y la inmigración, la incomprensión ante los beneficios fiscales de las rentas más altas, etc.

Quiniela para su sustitución

Sin embargo, el principal reproche para Sarkozy se refiere a su actitud personal, a su forma de desacralizar la presidencia. Los franceses censuran su estilo excesivo, que le lleva a intervenir en todos los frentes. El intento de colocar a su hijo Jean, con 22 años y sin título universitario, al frente del barrio de negocios de La Defense causó un grave daño a su imagen. Sin embargo, las alarmas se dispararon a raíz de la fatal gestión que hizo el Elíseo de los rumores sobre las infidelidades conyugales del matrimonio Sarkozy-Carla Bruni.

En enero pasado, la justicia francesa dio un nuevo disgusto al presidente. El ex primer ministro, Dominique de Villepin, fue absuelto por un tribunal de París de cualquier protagonismo en la conspiración urdida contra Sarkozy a propósito del caso Clearstream. El mandatario francés estaba seguro de la culpabilidad del ex primer ministro y mano derecha del ex presidente Jacques Chirac y se había constituido en parte civil damnificada, así es que la sentencia supuso una nueva derrota para Sarkozy equivalente a la victoria de Villepin.

La fiscalía había pedido 18 meses de cárcel y una multa de 45.000 euros contra el "delfín de Chirac", pero el veredicto acreditó que Villepin no participó en la trama.

Clearstream es el nombre de la sociedad luxemburguesa donde Sarkozy y otras personalidades galas habrían supuestamente alojado sus cuentas secretas. No era verdad. De hecho, el proceso judicial demostró que la lista de los presuntos beneficiarios clandestinos fue elaborada a su antojo por Jean-Louis Gergorin, ex directivo del consorcio aeronáutico EADS, y por el matemático Imad Lahoud.

Esta misma semana, el nombre de Sarkozy ha vuelto a relacionarse con tramas de corrupción. Un informe de la policía luxemburguesa cuestiona el posible papel del presidente francés en una red de financiación ilegal para la campaña presidencial de 1995 de Edouard Balladour, en cuyo gobierno ocupó la cartera de Presupuesto, aunque la información precisa que no hay pruebas en su contra.

El informe se elaboró a petición de los jueces financieros de la capital francesa que investigan un caso de posible espionaje informático en la Dirección de Construcciones Navales (DCN). En esa investigación los jueces siguieron la pista de la sociedad luxemburguesa Heine, creada en 1994 por la rama internacional del DCN con el aval de Sarkozy, entonces ministro de Presupuesto. Esta sociedad movía una parte de las comisiones, legales hasta el año 2000, sobre los contratos de armamento, entre ellos el de la venta de submarinos a Pakistán en 1994. El diario Libération ya reveló en abril pasado que la campaña de Balladur pudo haber recibido comisiones de un contrato militar. La cuenta de campaña de Balladur mostraba que el 26 de abril de 1995 recibió un ingreso sospechoso de 10 millones de francos (1,52 millones de euros), en el mismo instante en que se pagaban comisiones por la venta de submarinos a Pakistán por 5.410 millones de francos (825 millones de euros).

Todos estos affaires han hecho que, por primera vez, en las filas conservadoras se elaboren quinielas de candidatos presidenciables para sustituir en 2012 al hasta ahora incuestionado jefe del Estado. El próximo 19 de junio, Dominique de Villepin puede dar un paso firme en la carrera al Elíseo, tras anunciar que presentará la creación de un "movimiento político independiente" y "abierto a todos". La idea surgió en marzo pasado, en plena resaca de las elecciones regionales, marcadas por el batacazo del partido gubernamental, la Unión por un Movimiento Popular (UMP). Villepin se presentó entonces como el principal rival en el centroderecha de Sarkozy y denunció "el fracaso de una estrategia y de una política", postulándose como representante de la herencia de un gaullismo social.

Sin embargo, quien encabeza las listas de favoritos como outsider de Sarkozy no es otro que su primer ministro, François Fillon, que saca 20 puntos de ventaja al presidente en los sondeos de popularidad. Algo humillante para un Sarkozy que trata de monopolizar todas las gestiones políticas -tanto en el ámbito exterior como interno- de su gobierno.

Sarkozy arriesga mucho aumentando la ira de los votantes a dos años de las próximas elecciones presidenciales, mientras se esfuerza por cumplir sus objetivos de reducir el déficit y poner paz entre los inversores. Para ello, las opciones que maneja incluyen áreas políticamente sensibles, como la subida de la tasa máxima sobre los impuestos y un ajuste de las pensiones.