?

Turquía teme volver a los sangrientos años noventa del siglo pasado, después de vivir en las últimas semanas una escalada de la tensión y de enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y los rebeldes del PKK kurdo. En menos de dos meses han muerto unos 50 soldados y gendarmes turcos, así como decenas de guerrilleros en numerosos combates en territorio turco y en el norte de Iraq.

El ilegal Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) parece, además, dispuesto llevar el conflicto a los centros urbanos del país, tal y como demostró con un atentado con bomba esta semana en Estambul, en el que murieron seis personas. El PKK suspendió en mayo de forma definitiva un alto el fuego que había cumplido de forma más o menos regular en los últimos dos años. Ahora, los rebeldes han anunciado una nueva estrategia calificada como "defensa activa", que en la práctica significa atacar posiciones militares con unidades de hasta 60 hombres, tal y como sucedió a mediados de los oscuros años noventa. El aumento de la violencia ha causado la alarma en círculos políticos, civiles y empresariales de Turquía, un país que negocia desde 2005 con la UE su adhesión comunitaria.

La lucha del PKK

El conflicto kurdo ha causado desde el inicio, en 1984, de la lucha armada del PKK, unos 42.000 muertos y decenas de miles de heridos. Los años a mediados de los noventa fueron los peores del conflicto kurdo, con más de mil soldados fallecidos por año. Ahora, la muerte de medio centenar de personas desde abril conduce a la reflexión de que el país podría encontrarse ante un 2010 "caliente".

"No sería sólo un retorno a los años noventa. Sería mucho peor. Ahora corremos el peligro de enfrentamientos civiles entre turcos y kurdos", asegura Metin Bakkalci, secretario general de la Fundación Turca de Derechos Humanos (THRF). De hecho, la posible "ruptura" del Estado turco ha sido la obsesión de todos los gobiernos desde la fundación de la República en 1923. Así se explica que Ankara no acceda a conceder a los 12 millones de kurdos del país más autonomía política, social y cultural.

También los empresarios turcos se muestran preocupados. Tusiad, la patronal del país, instó esta semana a la sociedad a unirse para poner fin a esta violencia. Algunos miembros de la asociación incluso propusieron negociar con el histórico líder del PKK, el encarcelado Abdullah Ocalan, lo que constituye romper con todo un tabú en Turquía.

Otros abogan por incluir en la Constitución un artículo que constate que la República de Turquía fue fundada por turcos y kurdos, mientras, esta semana se reunió el Consejo Turco de Seguridad Nacional para analizar la situación. El Ejército turco anunció que la porosa frontera turca con Iraq será controlada a partir de ahora por soldados profesionales para evitar más infiltraciones del PKK, lo que induce a pensar en más combates.

La oposición nacionalista asegura que sólo las medidas militares pueden resolver el problema. El Partido de Nación Nacionalista (CHP) exige incluso la declaración del estado de emergencia en las zonas de mayoría kurda.

Por su parte, el Gobierno islamista del Partido de Justicia y Desarrollo (AKP) intentó implementar desde el año pasado, sin éxito, lo que llama "política de apertura kurda". Los críticos aseguran que las reformas crearon altas expectativas que finalmente han derivado en una gran frustración en los kurdos.

Si la sociedad civil kurda no es escuchada por el PKK y el Gobierno sigue considerando la cuestión kurda sólo como un problema de seguridad, los temores a volver a los años 90 seguirán creciendo, según la opinión dominante. "Turcos y kurdos podrían empezar a enfrentarse. Esto es muy peligroso, ya que significa una guerra civil", advierte Bakkalci.