La existencia de fuerzas de extrema derecha en países centrales de la Unión como Reino Unido, Alemania y España es irrelevante, y en Francia el sistema electoral hizo que el Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen, liderado ahora por su hija Marine, quedara laminado en la Asamblea por la UMP del presidente Nicolas Sarkozy, pero llegó al 9% de los votos en las últimas elecciones regionales galas.

En Londres, el Partido Nacional Británico (BNP), del histriónico Nick Griffin no tiene protagonismo alguno, aunque su mensaje contra la inmigración ha sembrado el temor en la coalición de gobierno liberal-conservadora, que se dispone a endurecer su política migratoria. En Berlín, los partidos de extrema derecha sólo están presentes en las Cámaras de algunos estados federados (länder). Sin embargo, la canciller Merkel fue la primera en apoyar las expulsiones de gitanos en Francia y se muestra como un muro infranqueable para el ingreso de Turquía en los Veintisiete.

Tampoco la Eurocámara se salva de la tendencia populista hacia la derecha. En los últimos comicios de 2009, una amalgama de grupos de derecha, ultranacionalistas, xenófobos o euroescépticos avanzaron, aunque sus diputados no llegan al 10%. Estos grupos no han logrado ponerse de acuerdo siquiera para constituir una fracción parlamentaria, pero sí ganaron asientos, especialmente en países pequeños y del Este europeo. El Vlaams Belang belga, ATAKA búlgaro, el DVP danés, el Wahre Finnen finés, el FPÖ austríaco, Orden y Legalidad lituano, así como el BNP tienen cada uno 2 asientos. El Frente Nacional francés y Gran Rumania, ganaron 3, el PV holandés 4 y la Liga Norte italiana 9, aunque el partido de Umberto Bossi es un caso aparte.