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Las finanzas de Wikileaks -se estima que maneja un mínimo de 200.000 euros anuales- también son un absoluto secreto para que sus haberes no puedan ser congelados ni sus donantes perseguidos. La agencia, que rechaza publicidad o subvenciones, ha establecido un complejo sistema de donaciones que hace indescifrable tanto su origen como su destino.

Su principal caudal le llega de Alemania a través de la fundación Wau Holland, nombre de un mítico pirata informático muerto en 2001. Alemania permite a las fundaciones reserva total sobre sus donantes.

Pero, además, y parra aprovechar bien las ventajas que ofrece cada país, Wikileaks se ha metamorfoseado a su antojo: en Australia es una biblioteca digital, en Francia figura como fundación, en Suecia es un periódico "on line" y en EE UU se reviste de organización humanitaria para recibir donaciones libres de impuestos.

El cerco, pues, se va estrechando en torno a la agencia de filtraciones Wikileaks y Julian Assange, protagonistas de un desafío político sin precedentes a Estados Unidos, tanto por el cibermétodo empleado como por la transformación que implica en la relación con las fuentes informativas. En espera de la declaración del australiano ante la justicia sueca y de la anunciada publicación de otros15.000 documentos sobre la guerra de Afganistán -en los que se documenta el fallecimiento de 20.000 civiles-, el mayor ciberfolletín de la corta historia de internet tiene dividida a la opinión entre quienes sostienen que los hackers han ido demasiado lejos y quienes aplauden la sentencia de Orwell que la agencia Wikileaks ha adoptado como lema: "El lenguaje político está diseñado para hacer que las mentiras suenen a verdad y el asesinato parezca respetable, además de dar solidez aparente al mero viento". De seguro que continuará.