Cuando Keiko Tagawa, una japonesa afincada en Valencia desde hace nueve años, se enteró de que la tierra había temblado en Japón, el tiempo se paró. Pensó en su familia, especialmente en su padre, porque está enfermo y no camina bien. Llamó por teléfono, pero las líneas estaban colapsadas. Así que siguió marcando una y otra vez. Cuarenta minutos después del primer intento, su padre contestó. "Estamos bien". El reloj, de nuevo, volvió a funcionar para Keiko.

"Cuando escuché a mi familia empecé a llorar de alegría y de emoción", manifiesta en perfecto castellano Keiko, que trabaja en Valencia como intérprete y guía turística. "Me han dicho que mi casa en Tokio, que es de estilo japonés y minimalista, tembló mucho y todas las figuras de decoración acabaron en el suelo", explica. "Mi familia se reunió en la misma sala y esperó a que pasara".

Las habitaciones, como el trastero, quedaron destrozadas, pero su casa no se derrumbó. Keiko cuenta con especial emoción el caso de su padre. "Si hubiese tenido que escapar, no habría podido, porque tiene dificultades para andar".

Tras una breve pausa y después de asumir que afortunadamente tal circunstancia no se dio, retoma el relato: "no les ha pasado nada".

Aún así, mantiene que no puede evitar estar "muy nerviosa" ante la situación. Por ello, desde el desastre, vive pegada a la pantalla del ordenador. Internet se ha convertido en "la mejor herramienta" para estar infomada de las últimas novedades. "Ayer eran las cuatro de la mañana y seguía hablando con mi madre. Aquí tenemos más información que ellos", señala.

La distancia que separa Japón de España supera los 10.000 kilómetros, pero Nahoko Koyama, que vive en Valencia desde el año 2001, siente a su país "ahora más cerca que nunca", según confesó durante la conversación.

Cuando vio las imágenes del terremoto, lloró. "Lo que están pasando nuestras familias es un horror. Me asusté mucho", asegura Nahoko, que trabaja en Valencia en un restaurante.

Su familia reside más al sur que la de Keiko, concretamente en Osaka. "En cuanto me enteré de lo que había pasado, encendí el ordenador para contactar con ellos", recuerda. Y lo conseguió. "Me contestaron con un correo electrónico y me dijeron que no les había afectado". Respiró. Nahoko Koyama señala que en su país "hay muchos terremotos, pero en este caso ha sido diferente". De hecho, así es como se lo relató su familia.

Ellos están bien, pero sigue con el miedo en el cuerpo. "Tengo un amigo que vive en el lugar del terremoto y todavía no he podido contactar con él. Espero que esté bien y que no le haya pasado nada, aunque la verdad es que no quiero ni pensar...".

Es duro hablar de ello. "Estoy muy pendiente de todas las noticias que informan del desastre", aunque, según explica en español, le invade la tristeza cuando ve las imágenes tan desoladoras que llegan desde su país.