Carles Mulas

valencia

"Saludo a nuestros mártires, cuya sangre cimentó nuestra nación, prometemos protegerla. Que Dios bendiga a Sudán del Sur", reza la última estrofa del himno de Sudán del Sur, el 54º estado africano, que nació ayer. La declaración de independencia culmina un difícil proceso iniciado en 2005 por esta región sudanesa, marcado por dos sangrientas guerras civiles -la primera entre 1955 y 1972, y una segunda que duró 21 años, entre 1983 y 2005, y que se zanjó con unos dos millones de muertos, según datos la ONU-. Además, queda en el aire el futuro de las disputadas regiones de Abyei y Kordofán del Sur, que albergan las mayores reservas de petróleo sudanesas y que Jartum no está dispuesto a ceder.

Pese a los pactos alcanzados a finales de junio en Adis Abeba, capital de Etiopía, entre el Gobierno sudanés de Omar Hasán al Bashir -sobre el que pesa una orden de detención del Tribunal de La Haya por crímenes de guerra- y el Movimiento Popular de Liberación de Sudán (MPLS), que gobierna en Juba, capital sureña, los expertos temen que estalle una nueva guerra. Así lo cree una coalición de veintidós ONG internacionales que el pasado 1 de julio alertaron en Nairobi de los riesgos de un nuevo conflicto "si la comunidad internacional no adopta una estrategia más rotunda, incluidas sanciones" contra Jartum.

Imágenes de satélite confirmaron esta semana los temores al observar un movimiento de tropas a gran escala en la región fronteriza entre el norte y el sur, según el periódico británico The Guardian. Miembros del Proyecto Sentinel alertaron de que en las imágenes se observaba una caravana de más de dos kilómetros de vehículos militares sudaneses en Kadugli, la capital de Kordofán del Sur.

Todo ello, pese a que el pasado 20 de junio las autoridades de Jartum y el Juba pactaron en Etiopía desmilitarizar la región fronteriza de Abyei y permitir el despliegue de una misión de paz de unos 4.000 militares etíopes con el respaldo de Naciones Unidas. De esta forma, se trató de resolver el último episodio en el conflicto de Abyei, ocupada por las tropas de Jartum el pasado 21 de mayo en una acción que causó miles de desplazados de la etnia Nuba, acusados por Al Bashir de ser aliados de los rebeldes del MPLS.

El referéndum de Sudán del Sur se considera como un evento de gran importancia en el continente africano ya que por primera vez se cuestionó el artículo 4b de la Carta de la Unión Africana (UA) que proclama el carácter irreversible de las fronteras heredadas de la colonización. La única excepción a este principio había sido hasta ahora la independencia de Eritrea en 1993. Sin embargo, esta excepción fue solo aparente, ya que Eritrea era desde su nacimiento en 1890 una colonia italiana separada de Etiopía. El caso de Sudán del Sur se manifiesta, por tanto, como una decisión radical, ya que se trata de un territorio que nunca fue una colonia con fronteras definidas y que accede a la independencia tras un acuerdo de paz internacionalmente reconocido.

Con el nacimiento del nuevo Estado, Sudán deja de ser el país más extenso de África, honor que pasa a ostentar Argelia y pierde sus fronteras con Kenia, Uganda, República Democrática del Congo y la República Centroafricana.

Los sueños de Katanga y Biafra se frustraron a sangre y fuego

El referéndum de Sudán del Sur, apadrinado por la ONU, tuvo un final feliz, tras años de guerra civil con el régimen de Jartum. En contraste, los intentos de secesión de Katanga, en la República Democrática del Congo, en 1961, y de la región de Biafra, en Nigeria, en 1967, acabaron en un rotundo fracaso, ya que acabaron en sendos baños de sangre y sin el apoyo de la comunidad internacional a la independencia. De la misma forma, los intentos de autodeterminación de dos antiguas colonias, el Sahara Occidental español y el territorio británico de Somaliland, aun no han logrado el reconocimiento de su estatuto y han sido anexadas por sus vecinos: Marruecos y Somalia. Con todo, la independencia sursudanesa planteó serios problemas en el seno de la Unión Africana. El presidente de Chad, Idris Déby, planteó el asunto muy gráficamente: "El problema es que todos tenemos nuestros Sudán del Sur". Déby se refería así a los movimientos separatistas africanos como el de Ambazonia en Camerún, Casamance en Senegal, Cabinda en Angola, la franja de Caprivi en Namibia, entre otros.