El Foro de la Alianza de Civilizaciones llega por primera vez al mundo árabe, con la celebración desde hoy en Catar de su cuarta edición, que viene precedida por los grandes cambios en la región y lastrada por la ausencia de sus dos principales precursores.

Ni el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, ni el primer ministro turco, Recep Tayip Erdogan, participarán en la cumbre, en la que sí estará presente el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon.

Erdogan se encuentra todavía convaleciente de una intervención quirúrgica intestinal, por lo que anunció a última hora que no viajará hasta Doha.

Por su parte, Zapatero ha delegado la representación española en el vicepresidente de Política Territorial en funciones, Manuel Chaves, al coincidir el foro con el final del traspaso de poderes al nuevo Ejecutivo que encabezará Mariano Rajoy, tras su victoria electoral del 20 de noviembre.

El reto que supone la ausencia de los dos grandes muñidores de la iniciativa -que celebró anteriormente sus foros en Madrid (2008), Estambul (2009) y Río de Janeiro (2010)- tratará de ser compensado por la emergente figura de Catar como actor decisivo en la región.

El emir catarí, Hamad bin Jalifa al Zani, ha hecho de su pequeño país, con la ayuda de los pingües beneficios que le reportan las exportaciones de gas natural, un referente en cualquier acto de mediación o foro internacional en Oriente Medio.

Los profundos cambios geopolíticos traídos por la Primavera Árabe arrojan sombras sobre esta cita, que ha visto cómo el nivel de sus participantes se ha reducido con el paso de los años.

Si en 2009 Turquía fue capaz de atraer al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, a Estambul, y en 2010 el presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva introdujo la alianza en América Latina, queda por ver si el turno de Catar podrá afianzar esta reunión anual.

Con el leit motiv de "diálogo intercultural para acelerar el desarrollo", los 2.000 participantes previstos procedentes de más de 120 países debatirán en pleno corazón del golfo Pérsico con un convulso telón de fondo.

En Siria, el presidente Bachar al Asad ha optado por aferrarse a sangre y fuego al poder, algo que no consiguieron Zine el Abidine Ben Ali en Túnez, Hosni Mubarak en Egipto, Muamar al Gadafi en Libia, y Ali Abdalá Saleh en Yemen, si finalmente cumple su promesa y renuncia al poder antes de las elecciones del próximo febrero.

Catar ha jugado un papel decisivo financiando parte de estas revueltas, como quedó de manifiesto en Libia, y pretende ahora consolidarse como interlocutor de los próximos gobiernos islamistas que han surgido en países como Marruecos, Túnez, Libia o Egipto, al calor de las revoluciones.

Respecto a la edición de este año, el alto representante de la ONU para la Alianza de Civilizaciones, el portugués Jorge Sampaio, aseguró recientemente en París al presentar el foro que "la diversidad cultural y el diálogo intercultural son esenciales para que aumente el desarrollo".

Por ello, recordó que uno de los objetivos de esa alianza es "construir los puentes" entre Occidente y los países musulmanes tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, así como hacer de la defensa de los derechos humanos una "herramienta indispensable de la dignidad y el desarrollo".