Habla usted francés?

Si su respuesta es «oui», le tengo una mala noticia: usted nunca podrá llegar a la presidencia de los Estados Unidos. En un anuncio televisivo, Newt Gingrich ataca a su competidor por la candidatura republicana a la Casa Blanca, Mitt Romney, justamente por su capacidad para hablar ese idioma. Como se sabe, Romney fue misionero mormón durante tres años en París. Ahora eso le debe estar pesando. Basándose en esa habilidad lingüística, Gingrich deduce que se trata de un liberal, calificación que en los predios republicanos desautoriza a cualquier aspirante a llegar a Washington.

La verdad es que no tan sólo las habilidades para hablar un idioma resultan negativas entre los políticos de la extrema derecha norteamericana. Ser culto es de muchas maneras sospechoso. Los republicanos no lo son, y les encanta presumir de sus carencias. El mismo Romney denuncia la seguridad social y los planes universales de salud del presidente Barack Obama como perversas ideas socialistas que provienen de Europa. Romney, quien lleva la mayoría en las encuestas, arremete contra Europa, y se permite establecer un enfrentamiento entre ese continente y los Estados Unidos. «El presidente se inspira en las capitales europeas. Nosotros, en las ciudades y pequeños pueblos de (norte) América. Queremos una sola nación. Una nación bajo Dios».

Romney presume de su fervor religioso y de su elevada moral, y sus partidarios hablan con desprecio de Newton Gingrich quien se ha casado varias veces. Por su parte, aquel dice de su contendiente que es un «pious baloney», algo así como un beato baboso. Por su parte, el ya defenestrado Herman Cain —el único contendiente afroamericano— dio un mordisco en una croqueta de pescado y, después de hacer gestos de aprobación, preguntó a los periodistas: « ¿cómo se dice delicioso en cubano?». No lo dijo por hacerse el gracioso ni por caer bien a los votantes cubanos. Como aclararía más tarde, Cain supone que cada uno de los países latinoamericanos habla un idioma diferente.

Por otro lado, el expresidente que estos políticos quieren emular y acaso superar, es George W. Bush, quien ha legado a la historia frases de una ignorancia lingüística tan encantadora como: «El problema de los franceses es que no tienen una palabra para entrepreneur…». Existe un eufemismo que se emplea todo el tiempo para disimular estos arranques. Cada vez que los suelta un candidato, se dice que aquél es «muy auténtico». Auténtico, en este caso, significa ignorante. Lo que pasa es que el mercado objetivo de esta tendencia política son los blancos pobres. Aquéllos se sienten ofendidos por el éxito de las minorías negras o latinas que pasaron por la universidad.

Para blasonar de su ignorancia, el gobernador de Texas, Rick Perry, el conendiente que se retiró esta semana, se da el lujo de rechazar la ciencia, y dice que la evolución es una «simple teoría» que tiene «una o varias lagunas». Un porcentaje muy alto de los votantes de Estados Unidos jamás ha oído hablar de Charles Darwin. El 70 % de ellos asume al pie de la letra la existencia de Adán y Eva, de la manzana y el paraíso terrenal, algo que en otros países y confesiones cristianas asumimos como una amable metáfora de la Biblia. Sobre el cambio climático, el mismo candidato frustrado manifestó sus «científicas» dudas de que el calentamiento del planeta esté siendo provocado por el hombre y denunció: «creo que hay un número significativo de científicos que han manipulado los datos para que el dinero llegue a montones a sus proyectos».

Paul Krugman, Premio Nobel 2008, dice que esas observaciones son infames, y le aterra que quizás el próximo año la nación más grande del mundo se encuentre gobernada por un partido que es agresivamente contrario a la ciencia, y de hecho, contrario al conocimiento. Con sus guerras infernales, George W. Bush nos ha acercado al Apocalipsis más que ningún otro hombre desde Hitler. Hay que pensar lo que podría ocurrir si el sucesor de Obama es uno de estos «pious baloneys».