El derrumbe de tres edificios en Río de Janeiro, en el que murieron once personas y otras 15 han desaparecido, según los últimos informes divulgados hoy, ha causado indignación en Brasil al detectarse indicios de negligencia que pudieron contribuir a la tragedia.

Los cuerpos de socorro trabajan de forma ininterrumpida desde la noche del miércoles, cuando ocurrió el siniestro, y hoy consiguieron retirar siete cadáveres de los escombros de los tres edificios de oficinas que se levantaban en la calle Treze de Maio, en el sector de Cinelandia, en el centro histórico de la ciudad.

El teniente coronel Luciano Sarmento, del cuerpo de bomberos, dijo a Efe que los trabajos de búsqueda están "en la fase final" y podrían concluir esta noche o mañana.

"Estamos en un momento crucial, creemos que el resto de víctimas están localizadas en esa área", aseguró el bombero, en alusión a una montaña de escombros donde se cree que están las ruinas de un aula donde una decena de personas asistía a un curso nocturno de informática en el momento del derrumbe.

Los bomberos han confirmado hasta ahora la recuperación de los cadáveres de cinco mujeres y cuatro hombres, así como otras dos víctimas que quedaron carbonizadas debido a un pequeño incendio deflagrado después del desplome, por lo que no se ha podido determinar su sexo.

La cifra de desaparecidos es aún incierta y las autoridades la han calculado entre quince y veinte personas, en función de las notificaciones realizadas por familiares.

El secretario regional de Defensa Civil y comandante del cuerpo de bomberos, Sergio Simões, admitió que no hay más esperanza de encontrar algún superviviente por el "escenario" de los escombros y por el tiempo transcurrido desde el pasado miércoles.

Entre los desaparecidos figura un primo político del exfutbolista Jorginho, campeón del mundo en 1994 y que actualmente es entrenador del Kashima Antlers japonés, según él mismo informó a través de una red social.

Uno de los fallecidos, Celso Renato Braga Cabral Filho, de 46 años, fue enterrado hoy envuelto en una bandera del club de fútbol Flamengo en un cementerio de la ciudad de Niteroi, vecina a Río.

Cabral trabajaba en el departamento de personal de la empresa de informática Tecnología Organizacional, que ocupaba seis plantas en el edificio más alto y que era responsable de las obras que se realizaban en el predio, que carecían de permiso oficial.

Las autoridades brasileñas sospechan que esas obras hayan sido la causa de los problemas de estabilidad del edificio más alto, ya que varios testigos dijeron que se derribaron todas las paredes en algún piso, aunque la empresa ha negado esa versión.

Jorge Willians, un abogado de la compañía, dijo a Efe que la obra no afectó la estructura del edificio porque "todos los pilares eran externos" y las únicas paredes que se habían hundido eran de ladrillos y solo servían de "divisorias".

Al margen de la responsabilidad de la empresa, la prensa brasileña fue unánime al criticar hoy la escasa vigilancia de los poderes públicos y la proliferación de construcciones ilegales y con prácticas peligrosas.

El influyente diario carioca O Globo dijo en su editorial de hoy que el accidente es "una alerta a la ciudad de Río" y criticó a las autoridades por no tomar acciones preventivas ni haber conseguido "educar" a la población en el cumplimiento de las normas.

El rotativo denunció la práctica común de realizar construcciones irregulares, tanto en zonas ricas como pobres, lo que unido "a la ausencia del poder público y a la cultura de la corrupción" tiene consecuencias "catastróficas".

La gobernación de Río de Janeiro ha decretado tres días de luto a partir de hoy y se han suspendido varios actos oficiales, entre ellos la inauguración de un puente en la que iba a participar la presidenta brasileña, Dilma Rousseff.

El secretario municipal de obras públicas, Carlos Roberto Osorio, ha informado de que el lunes se podrá reabrir al público la calle Treze de Maio, que es una importante vía peatonal que une las dos plazas más céntricas de Río, Cinelandia y Carioca.