Desde la campaña de 1998 contra el "frijolito" Henrique Salas hasta la actual contra el "majunche" Henrique Capriles, el presidente venezolano, Hugo Chávez, ha buscado en adjetivos, epítetos y hasta insultos una estrategia que analistas ven orientada al voto chavista y a construir un "enemigo".

Curtido políticamente en tres procesos electorales en los que ha conquistado el favor popular en las urnas, Chávez vuelve a echar mano de expresiones comunes del venezolano para denominar "majunche" (mediocre) a su rival y, por extensión, "majunches" y ya no "escuálidos" a sus opositores.

El antiguo teniente coronel que en 1998 ganó al poder de la mano de su movimiento Quinta República ahora busca la reelección para un cuarto mandato consecutivo con el fin de "traspasar la barrera de la irreversibilidad" y hacer que la revolución socialista que encabeza "no tenga vuelta atrás".

Para el experto en comunicación y profesor universitario Andrés Cañizalez, la estrategia de Chávez se ha basado a lo largo de sus campañas en un discurso que "permanentemente adjetiva" y con el que intenta "descalificar a sus adversarios".

"Logra posicionar un adjetivo que se convierte como en una suerte de lema de la campaña", agrega el experto, quien considera que con este lenguaje Chávez "busca unificar a sus seguidores", darles un contenido, una identificación y "un enemigo".

Además, subraya que, al igual que en 2006, sus mensajes audiovisuales se orientan hoy al corazón venezolano mientras entonces hablaba de "por amor".

De ahí que su verbo ha alcanzado estos años a opositores "escuálidos", palabra que introdujo en 2001 en el léxico del chavismo, e incluso traspasado fronteras con episodios como el cruce de descalificaciones que protagonizó en 2006 con el expresidente peruano Alan García.

A García le tildó de "corrupto y ladrón de siete suelas" después de que el entonces candidato le calificara de "sinvergüenza".

Ya en 2000, cuando se presentó a su primera reelección, su blanco fue su antiguo compañero de armas y hoy estrecho aliado Francisco Arias Cárdenas, aspirante chavista a la gobernación del estado petrolero de Zulia, a quien llegó a llamar "Judas" y "frijolito II".

"Frijolito" era el nombre de un caballo blanco que Salas usó como su símbolo de campaña en 1998.

En 2006, cuando Chávez se enfrentó al entonces gobernador de Zulia, Manuel Rosales, le tildó de "candidato del imperio" y más recientemente de "filósofo" en alusión a intervenciones desafortunadas de su antiguo contrincante como cuando llamó a sus seguidores a "taparse los ojos y cerrar los oídos".

La actual campaña no ha sido la excepción y un Chávez elocuente describe a Capriles, su contendiente de 40 años, como el candidato "de los grandes banqueros prófugos, de los grandes corruptos", "hijo de papá y de mamá" y principalmente "majunche", apelativo con el que ha sustituido el nombre de su rival.

Desde que Capriles fue elegido el 12 de febrero en una elección interna de la oposición, el presidente no le ha llamado por el nombre.

"Bienvenido, majunche, te vamos a pulverizar el 7 de octubre en las elecciones presidenciales", exclamó Chávez el 16 de febrero, cuatro días después de unas primarias en las que la oposición designó por primera vez en los últimos 13 años a su candidato.

El presidente ha llegado a decirle a Capriles: "tienes rabo de cochino, orejas de cochino, roncas como un cochino, entonces eres cochino".

Incluso llegó a vincular con un supuesto colectivo neonazi a Capriles, descendiente de judíos muertos en el gueto de Varsovia y presos del campo de concentración de Treblinka.

Para el politólogo Xavier Rodríguez, de la asociación civil Entorno Parlamentario, esta "no es una estrategia comunicacional que consiga nuevos adeptos" u opositores descontentos, "sino que va dirigida a cohesionar la eventual desagregación de voluntades que pueda tener el chavismo duro".

Esto, según Rodríguez, obedece al "estilo militar" de Chávez, al que atribuye su negativa a debatir y su inclinación a "cuestionar y descalificar al adversario antes que tomar el contenido de la crítica".

En su opinión, llega incluso a una "confrontación que raya en el ámbito personal" con alusiones a aspectos físicos o por su origen familiar, económico o de clase.

Cañizalez señaló que puede haber "excesos" como el llamar "nazi" a Capriles, quien pidió al jefe del Estado respeto para sus bisabuelos y su abuela, superviviente del holocausto.

"Llamar nazi a Capriles es (...) un insulto de hecho ante cualquier persona en una sociedad democrática", añadió Cañizález, quien apuntó que en la mente de los seguidores de Chávez "quedará claro que él le dijo nazi a Capriles" pero no los comentarios que hizo después el líder de la oposición.