El exdirigente chino Bo Xilai fue condenado este domingo a cadena perpetua, tras ser declarado culpable de los delitos de aceptación de sobornos, malversación de fondos y abuso de poder, una sentencia que, a todas luces, pone fin a su carrera pública.

El Tribunal Intermedio de Jinan (este de China), que en agosto celebró el juicio contra el exmiembro del Politburó chino, descartó los argumentos presentados por la defensa e impuso a Bo la cadena perpetua por aceptar sobornos valorados en 20,44 millones de yuanes (3,3 millones de dólares).

El tribunal, que le encontró también culpable de la malversación de cinco millones de yuanes (unos 813.000 dólares) en fondos públicos, le impuso además una pena de quince años de prisión por este delito, así como otros siete años por abuso de poder. Las tres penas se cumplirán de manera simultánea.

El exsecretario general del Partido Comunista en la ciudad de Chongqing verá también confiscadas sus propiedades personales y perderá de por vida sus derechos políticos.

La sentencia supone un duro golpe a las esperanzas de Bo, de 64 años, de relanzar en algún momento su carrera política.

Si bien existe la posibilidad de que se le conmute la pena por buen comportamiento, es altamente improbable que esto suceda antes de que pase al menos una década de prisión.

En una carta a sus familiares divulgada la semana pasada, Bo había declarado su convencimiento de que "algún día" su nombre quedaría limpio.

Hasta entonces, aseguró, tomará ejemplo de su padre, Bo Yibo, un alto dirigente chino purgado durante la Revolución Cultural, y "esperaré tranquilamente en la cárcel".

El exministro de Comercio y exgobernador de la provincia de Liaoning tiene diez días, a partir de mañana, para apelar, según las leyes chinas.

Pero aunque lo haga, las probabilidades de que su apelación prospere son ínfimas en la práctica.

Al hacer pública la sentencia hoy, el tribunal rechazó sistemáticamente los argumentos de la defensa, que alegaba que Bo había confesado originalmente sus delitos bajo presión y que el testimonio de su esposa, Gu Kailai, era inaceptable porque ella padece un desequilibrio mental.

La Corte también consideró los testimonios de los empresarios Xu Ming y Tang Xiaolin, de los funcionarios Wang Zhenggang y Wu Zhenghan y del antiguo "número dos" de Bo y exjefe de Policía de Chongqing, Wang Lijun, como suficientemente corroborados por las pruebas.

Durante el juicio -el primero en la historia china divulgado a través de weibo, el equivalente a twitter en este país-, se conocieron jugosos detalles del estilo de vida de Bo y su familia.

Así, se supo que Xu Ming había costeado un chalet para ellos en la Riviera francesa, valorado en 3,2 millones de dólares, así como numerosos viajes de Gu y del hijo de ésta y Bo, Bo Guagua, al que también pagó su tarjeta de crédito y un ciclomotor.

El tribunal hizo únicamente una concesión al exdirigente: determinó que había insuficientes pruebas para pensar que Bo hubiera aceptado billetes de avión por valor de 1,34 millones de yuanes (280.000 dólares) de Xu Ming.

Asistieron a la audiencia 116 personas como miembros del público, entre ellos 22 periodistas chinos y tres familiares de Bo.

El juicio culmina el mayor escándalo político de los últimos tiempos en China, que estalló cuando, el año pasado, Wang Lijun trató de pedir asilo en un consulado estadounidense.

Allí, Wang denunció que Gu Kailai había matado meses antes al empresario británico Neil Heywood, cuya muerte se había atribuido hasta entonces a un exceso de alcohol.

Gu fue sometida a juicio en agosto del año pasado y condenada a pena de muerte suspendida, lo que en la práctica equivale a una cadena perpetua. Wang Lijun fue condenado a quince años de cárcel.