Hillary Clinton hizo valer su experiencia, dominó la escena y refrendó su condición de favorita en el primer debate entre aspirantes demócratas a las elecciones presidenciales de 2016, un evento en el que Bernie Sanders y Martin O'Malley ganaron crédito con intervenciones destacadas.

Clinton, que apareció en el escenario del centro de convenciones del hotel Wynn, de Las Vegas (Nevada), con sonrisa confiada y relajada, no perdió esa tranquilidad durante las más de dos horas de charla y se ganó a los espectadores con un discurso sólido y firme que dejó, al mismo tiempo, un par de gestos repletos de cercanía.

Primero fue el estrechamiento de manos con Sanders después de que éste pidiera menos atención mediática para los problemas de Clinton con su correo electrónico ("¡El pueblo americano está harto de oír hablar de tus malditos correos electrónicos!, exclamó el aspirante demócrata), por los que comparecerá en la Cámara de Representantes de EE.UU. el 22 de octubre.

Poco después, su espontánea negativa a debatir con el aspirante Lincoln Chafee sobre esa polémica ("¿Quiere responder?", preguntó el moderador, Anderson Cooper. "No", fue la respuesta cortante de Clinton, que provocó un enorme aplauso del público).

Tras la entonación del himno estadounidense a cargo de Sheryl Crow, la exsecretaria de Estado arrancó el debate prometiendo luchar por reducir la desigualdad en su país, así como para subir el salario mínimo y que sea equitativo entre hombres y mujeres.

También expresó su deseo de otorgar a las familias bajas por paternidad, cuya concesión aún depende de las propias empresas y pidió un nuevo acuerdo con las comunidades de color de EEUU para acabar con las tensiones raciales y el sistema carcelario, donde ingresan en mayor proporción negros y latinos.

El discurso encendido de Sanders, paladín del "socialismo demócrata", apostó por una "revolución política" y no dudó en asegurar que el Congreso estadounidense no es el que regula a las corporaciones de Wall Street, "sino que es Wall Street quien controla el Congreso".

El senador subrayó que las grandes corporaciones controlan la política del país pese a las medidas del Gobierno del presidente Barack Obama para regular el sistema financiero tras la crisis de 2008.

"Fue un error pedir a la clase media que pagara la deuda de Wall Street", añadió el senador, fuerte valedor de fortalecer las leyes para aumentar el control en el sistema bancario estadounidense.

"En una economía como la nuestra está mal que el 57 por ciento de los nuevos ingresos vayan a parar al 1 por ciento de la población", agregó, en alusión a los bolsillos más pudientes, a los que criticó también por sufragar las campañas electorales de los aspirantes a la Casa Blanca.

Asimismo, Sanders defendió al exempleado de la CIA y de la Agencia de la Seguridad Nacional (NSA) Edward Snowden por "educar" a los jóvenes estadounidenses en sus derechos.

"Incumplió la ley, pero lo que hizo por educarnos debe de ser tomado en consideración", destacó Sanders, quien prometió que, de ser presidente, acabaría con los programas de espionaje masivo que la NSA puso en marcha a raíz de los atentados del 11-S.

En materia de inmigración, fue el exgobernador de Maryland Martin O'Malley quien hizo las propuestas más progresistas.

"Necesitamos entender que nuestro país está hecho de la llegada de nuevos americanos, somos una nación de inmigrantes", apuntó O'Malley, quien avanzó que ampliaría el alcance de las acciones ejecutivas de Obama, que benefician actualmente a 5 de los 11 millones de indocumentados que viven en el país.

Como gobernador, O'Malley impulsó una versión del "Dream Act" (ley que regulariza la situación de jóvenes inmigrantes indocumentados) para que los estudiantes en situación irregular del estado pagasen el mismo precio por las matrículas universitarias que el resto de la población estudiantil.

Por otro lado, Clinton, Sanders y O'Malley cargaron duramente contra el poderoso grupo de presión armamentístico Asociación Nacional del Rifle (NRA).

"Es hora de que todo el país se posicione en contra de la NRA", destacó Clinton. Los tres aspirantes coincidieron en resaltar la importancia de implantar un exhaustivo sistema de revisión de antecedentes para controlar en manos de quién acaban rifles y pistolas.

En política exterior, Clinton consideró que la Casa Blanca debe "dejar claro" al presidente ruso, Vladímir Putin, que no puede estar en Siria para crear "más caos", y se desmarcó del resto de aspirantes al apostar por la creación de "zonas de exclusión aérea" en el país árabe.

El debate lo completaron Jim Webb, que sacó constantemente a relucir su pasado militar, y Lincoln Chafee, que apenas dispuso de tiempo para intervenir y se mostró dubitativo e inseguro en sus respuestas.