«Tenía ganas de estar allí», asegura David G., un francés de 39 años que reside en Valencia desde 2007. La masacre le pilló entretenido en el partido amistoso de fútbol que jugaba Francia contra Alemania. Un lacónico mensaje de móvil, que le sacudió los ojos como un latigazo, le llevó a las calles de París a través del canal DI televisión que emite 24 horas ininterrumpidas. Las imágenes empezaron a rasgar su corazón, no podía dejar de llorar. «Lo peor —agrega— es que ahora lo ocurrido no tiene marcha atrás».

David afirma que lo del estadio Saint Denis podía haber sido muchísimo peor. Teme, y así lo narra, que la intención de los terroristas hubiera sido accionar una bomba en la pasarela de acceso al campo cuando entraban los aficionados. «En este caso —reflexiona— es un acto de guerra que puede ocurrir porque hay mucho malestar en Francia, porque todos los de la ocupación magrebí están bastante mal y es normal que el Estado Islámico tenga gente que pueda desarrollar este tipo de actos, aunque nunca te esperas que vaya a pasar algo así».

Hoy Francia, mañana cualquier sitio

A la investigadora Nadine G., de 43 años, se le ha quedado la sangre casi congelada por el miedo. Tras comprobar que todos sus amigos están bien, afirma que siente miedo porque su marido tiene que ir en un par de semanas a París. «Nosotros vamos siempre en Navidad pero ahora se siente mucha inseguridad», agrega la científica que todavía no puede dar crédito a la sangría de muerte y desolación que recorre la ciudad del Sena. «Es que —añade— a los que han matado es gente normal, que quería disfrutar de la vida, no son gente importante ni políticos, los han matado por matar».

«Al ver las imágenes lo primero que sentí fue: 'otra vez el horror', hay muchísimas víctimas, ahora es la inseguridad total, si viviera allí no saldría de casa». Nadine pide a los valencianos que se manifiesten contra el terrorismo, «porque ahora ha tocado Francia pero mañana puede tocar en cualquier sitio.

Frédéric V., de 41 años, pasó de la emoción deportiva del partido del fútbol a la masacre de los atentados a través de internet. «Se veía venir, —agrega— porque Francia estaba en alerta roja, con el cierre de fronteras y Hollande en vez de hacer una política de izquierdas está vendiendo armas y aviones de combate a Egipto y ha aprobado una ley para interceptar mensajes que no sirve...».

Frédéric se queja de lo poco efectiva que ha sido la política antiterrorista gala y teme que jornadas sangrientas como la del viernes vuelvan a repetirse, pero también teme la contrarreacción y el auge del partido neonazi Frente Nacional. «Siento mucha rabia, yo nací en el bulevar Voltaire, cerca de la sala Bataclan donde han sido asesinadas más de 120 personas, he vivido en aquel distrito durante años y cuando la gente entra con metralletas a matar a una sala de conciertos se siente mucha rabia, es algo horroroso porque imaginas que podías ser tú», agrega.

La humillación de los musulmanes

Agnès G. de 34 años asegura que está en estado de choque y cuenta que la sala Bataclan es tan popular como podría ser el Teatro Talía de Valencia. Más que atacar la política antiterrorista del Gobierno, es partidaria de mostrar otra cara: «y enseñar que estamos todos juntos».

«Es muy fácil hacer daño—agrega— , vas en el metro donde hay miles personas y puede ocurrir». Sin embargo, Agnès confía en que finalmente el Estado Islámico deponga las armas. «En Occidente hemos superado el régimen nazi, hace 80 años Alemania y Francia no tenían la relación actual y si hemos podido superar otros horrores también podremos con este». Sin embargo también sabe que Francia va estar en el punto de mira, «porque está implicado por su historia como pais», como lo estuvo España en el atentado del 11M por su implicación en Afganistán.

Respecto a la gran cantidad de musulmanes que vive en Francia, Agnès quiere resaltar que «son amigos y son franceses», que se trata de gente tranquila que trabaja y que ahora se siente «muy humillada» de que los que han cometido esta barbarie sean de origen musulmán.