El Dignity I descansa desde hace unas semanas en el puerto de la localidad castellonense de Borriana. Allí, una docena de trabajadores, entre los mismos miembros de la ONG y otras empresas externas, se encarga del mantenimiento y los arreglos de un barco que durante cinco meses protagonizó decenas de rescates y salvamentos en la costa de Libia. Junto a él, Médicos Sin Fronteras trabajó con hasta dos embarcaciones más para acabar rescatando a más de 20.000 personas «a las que no les queda otra opción que lanzarse al mar para buscar un futuro mejor y más digno».

En noviembre de 2014, la Unión Europea suspendió la operación Mare Nostrum que se había desarrollado para el salvamento y rescate en las costas italianas del Mar Mediterráneo. Pese a que poco después se anunció una nueva operación bautizada como Tritón, en la que iban a implicarse todos los estados miembros de la Unión Europea, las imágenes llegadas desde decenas de puntos del Mediterráneo muestran el fracaso rotundo en la planificación de rescates y salvamentos por parte de la institución europea.

Fue, precisamente, durante el mes de enero de 2015 cuando Médicos Sin Fronteras se embarcó en la complicada tarea de rescatar a las personas que día a día no paraban de llegar a las costas europeas. Y no fue nada fácil. Tal como recuerda Paula Farías, coordinadora de las operaciones de salvamento y rescate de MSF, «nuestra ONG no había trabajado nunca en este tipo de labores, pero decidimos rápidamente que había que cubrir el hueco dejado por las instituciones. Siguiendo el ADN de Médicos Sin Fronteras, decidimos ue había que estar donde no se llega o no se quiere llegar. Tocaba "meterse en el agua"».

Indignación con la UE

Apenas tras un par de minutos de conversación con Farías, su voz parece reflejar la indignación nacida tras el abandono de responsabilidades de las instituciones europeas. «Tuvimos que comprar un barco, que no es nada sencillo. Encontrar uno con las características idóneas para los rescates, establecer y completar toda la burocracia para disponer de una tripulación y poder operar como compañía naviera...». Un proceso que MSF completó en tiempo récord y que le llevó a operar hasta con tres navíos distintos en la costa de Libia. Durante cinco meses, el Dignity I trabajó a diario a unas 30 millas de la costa, ya que como recuerda la capitana, «esa zona es muy distinta a la del Mar Egeo. Se trata de un lugar de paso hacia Malta o Grecia, y fue precisamente, en verano cuando tuvimos más trabajo. A partir de la llegada del invierno, las condiciones ni tan siquiera permiten adentrarse en el mar».

Hace apenas dos semanas, Médicos Sin Fronteras distribuía un video en el que la capitana del Dignity I, Madeleine Habib hablaba sobre la última campaña de salvamento y rescate llevada a cabo en las costas de Libia. Habib resumía con la misma claridad que sentimiento, el trabajo que desarrollan los trabajadores de la ONG para plantar cara al horror con el que cada día se encuentran en las aguas del Mediterráneo. «Antes de ser comprado por MSF, el barco se llamaba ´Furore G. Furore´ o furor. Es como una protesta sobre algo que es intolerable y que causa un alboroto público. Es lo que pasa aquí, hay un furor sobre migración y tenemos que ser parte de ello».

A Madeleine se la puede encontrar estos días en el puerto de Borriana, a bordo de un varado Dignity I que en unos días estará listo para la nueva campaña que comenzará en el mes de mayo, ya que según los tripulantes del barco «no confiamos mucho en que antes del verano la Unión Europea lance ningún nuevo programa o operaciones de rescate en el Mediterráneo».

Espíritu y fuerza

Con dos minutos de conversación con Madeleine, se entiende perfectamente tanto el espíritu como el lugar desde donde los miembros de MSF sacan fuerzas para este trabajo: «Yo vengo de una situación parecida, ya que mis padres fueron inmigrantes llegados hasta Australia. Cuando conocí las políticas aduaneras de mi país de adopción, entendí que yo quería luchar para que los que se tienen que marchar de sus casas no pasarán por lo mismo». Tan solo cruzando la mirada con unos ojos llenos de mar y una piel curtida en mil batallas donde no se dispara sino que se rescata, es fácil de entender porque nunca habla de anécdotas o casos concretos.

«Lo peor de toda esta situación es imaginarse el futuro. Hace poco vi en Las Ramblas de Barcelona a decenas de inmigrantes que malviven, que tendrán que volver a sus países de origen o llevar una vida durísima». Recuerda como en el mar «lo primero siempre era tranquilizar e informar a la gente de que no éramos policía aduanera, sino que queríamos ayudarles. Tienen miedo, no saben a donde se dirigen por eso a mi me queda apelar al corazón y pensar que, al menos, cumplimos con la definición de dignidad: el estado o cualidad de merecer honor. Y eso hacemos, estamos dando esperanza, voz y rostro a estas personas».

En los ochos meses de trabajo de MSF en el Mediterráneo se han rescatado un total de 20.129 personas en más de 120 operaciones de salvamento. Tal como señala Paula Farías con una mezcla de indignación y esperanza, «nos gustaría no tener que haber iniciado este proyecto, nos gustaría que la UE destinara recursos. Es indignante que en el Egeo haya gente que pierda la vida por tener que cruzar 4 millas. La actitud de Europa es miserable, igual que dejar que el Mediterráneo se convierta en una barrera natural donde cada año [el 2015 ha sido el peor]se pierden más vidas».

Por el momento, el Dignity I reposa y es mimado en el puerto de Borriana, a la espera de que, con la llegada de un nuevo verano, la justicia y la dignidad vuelvan a gritar desesperadas desde cualquier punto del Mediterráneo y, de nuevo, acudan su salvación y rescate.