«El mundo encara unos niveles de amenaza propios de la Guerra Fría». Así de rotundo se expresó recientemente el exjefe del MI6 británico, John Sawers, al referirse a la creciente hostilidad entre Rusia, EE UU y la OTAN. Para el exjefe de la inteligencia británica, esta situación se ha desarrollado «debido al fallo en reconocer que el crecimiento del poder militar ruso en los últimos 15 años requería del desarrollo de una nueva relación con Moscú». Traducido, la Rusia de Putin exhibe sin tapujos músculo militar y el poderío de sus nuevas armas en el Báltico, en los vuelos de sus bombarderos hasta la misma costa frente a Bilbao y especialmente en Siria, donde las diferencias con EE UU han llevado a ambos países a un distanciamiento no visto desde la caída de la Unión Soviética. «Considero que el mundo ha llegado a un punto peligroso. Esto tiene que parar», sostuvo recientemente el expremier soviético Mijaíl Gorbachov después de que Washington suspendiera el pasado 3 de octubre la cooperación con Moscú para un acuerdo en Siria.

Tras esta decisión, ambos países volvieron a la mesa de diálogo el pasado fin de semana en Suiza en medio de un ambiente enrarecido en un encuentro que terminó sin resultados. El jueves Rusia anunció una tregua en Alepo de tres días, pero ayer ese precario alto el fuego pareció terminar entre combates y el temor a una nueva ofensiva del régimen sirio contra la ciudad.

Ante el bloqueo, EE UU y Francia, Alemania, Reino Unido e Italia quieren plantear a la UE nuevas sanciones a Moscú para forzar un alto el fuego, pero este punto causa división entre los Estados miembros. «Nos dirigimos hacia una era que es tan peligrosa, si no más, que la Guerra Fría», afirmó Sawers. «Occidente ha de reconocer que el balance de poder ha cambiado en el mundo por el aumento del poder militar ruso y su voluntad de utilizarlo», dijo.

Un diagnóstico parecido al del ministro de Exteriores alemán, Frank Walter Steinmeier, quien alertó del «riesgo de caer en una era de confrontación entre dos grandes potencias, aún más peligrosa que la Guerra Fría» porque «antes, el mundo estaba dividido en dos, pero Moscú y Washington conocían sus líneas rojas y las respetaban» señaló Steinmeier.

Las relaciones entre ambas potencias han quedado casi en suspenso a tenor de las decisiones adoptadas las últimas semanas y en el Kremlin parecen apostar por dar por terminada la era Obama en espera de quién será el próximo inquilino de la Casa Blanca. El polémico Donald Trump ha declarado en alguna ocasión su «admiración» por Putin, mientras que en el Kremlin ven en Hillary Clinton un «halcón».

Es en Siria donde más patente ha quedado el distanciamiento entre Washington y Moscú. En opinión del Gobierno turco, Siria ha acabado convertida en una «guerra subsidiaria» entre Rusia y EE UU. La crisis en este país ha enrarecido la política internacional. Y aunque en los círculos diplomáticos no se cree que el mundo se dirija irremediablemente hacia un conflicto abierto entre potencias, se ve con preocupación el cariz que toman los acontecimientos.

No contribuye a calmar los ánimos que en los medios rusos afines al Kremlin, como el sensacionalista Moskovsky Komsomolets, se hable sin tapujos de la posibilidad de una guerra contra EE UU mientras en la radio pública se debate sobre ejercicios de «defensa civil» que movilizan a 40 millones de rusos.

«Defensa agresiva»

El analista del Instituto de Relaciones Internacionales de Praga y experto en Rusia, Mark Galeotti, asegura en un reciente artículo para el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR), que «bajo la perspectiva del Kremlin, Siria no es sólo un conflicto regional, sino parte de una batalla global» en la que la Rusia de Putin se cree inmersa. «Hay una creencia generalizada en el aparato de seguridad ruso», señala, de que el país «está en una guerra no declarada con Occidente que estaba en marcha mucho antes de que Moscú se diera cuenta de que existía». Según este experto, por tanto, ante esta percepción de «amenaza» para el país, la postura rusa en varios frentes adopta una posición de «defensa agresiva».

Por el momento, Rusia traslada su único portaaviones hacia Siria para incrementar sus ataques en en este país, probablemente sobre Alepo, donde los muertos civiles bajo los escombros se cuentan por cientos desde que las tropas del régimen sirio iniciaron una dura ofensiva a mediados de septiembre.

Siria será una herencia envenenada para el próximo presidente estadounidense, y en el Kremlin sostienen que para lograr una posición de fuerza para negociar, mejor si Alepo cae antes de enero, cuando éste tome posesión de su cargo.

Putin se ha cansado de esperar que EE UU acepte que la Rusia de 2016, pese a las sanciones económicas, no es el país arruinado de la década de los 90 del pasado siglo, y por lo tanto ha decidido imponer sus propias reglas de juego. Sin embargo, alerta Galeotti, «la creciente mentalidad de guerra presente en la política rusa puede acabar siendo una profecía autocumplida».